La
Conciencia Humana y Sus Atributos: El Vínculo Entre Dios y el Hombre
Desde tiempos antiguos, la
conciencia ha sido vista como un faro interior que guía al ser humano en sus
decisiones morales. No es simplemente una voz interna, sino un reflejo del
carácter de Dios en la humanidad. La conciencia nos permite distinguir entre el
bien y el mal, pero no opera en un vacío: su función se desarrolla dentro de
nuestras relaciones con Dios y con los demás.
Para Dios, la conciencia es un
medio por el cual el hombre reconoce Su justicia, misericordia y verdad. En Romanos 2:14-15,
Pablo explica que incluso aquellos que no conocen la ley divina tienen "la
obra de la ley escrita en sus corazones", lo que sugiere que Dios ha
implantado un sentido moral en la humanidad.
Para el hombre, la conciencia es
esencial en la construcción de relaciones. Nos permite actuar con justicia,
extender misericordia y vivir con humildad, elementos que Dios mismo nos ha
comunicado desde la creación. Cuando nuestra conciencia es guiada por
principios divinos, nuestras relaciones reflejan la armonía que Dios desea para
Su creación.
Este estudio explorará cómo la conciencia humana no solo nos vincula con Dios, sino que también nos llama a manifestar Sus atributos comunicables en nuestra vida diaria.
Miqueas 6:8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.
En los
versículos anteriores, el pueblo parece preguntarse si debía ofrecer
sacrificios costosos, incluso extremos, para obtener el favor divino. Sin
embargo, Dios, a través de Miqueas, les recuerda que lo que realmente pide no son
sacrificios materiales, sino una vida de justicia,
misericordia y humildad
Esta declaración se alinea con
otras enseñanzas en la Biblia, como Oseas
6:6,
donde Dios
dice: "Porque misericordia quiero,
y no sacrificio", y con las palabras de Jesús en Mateo 9:13,
donde reafirma esta idea.
Dios había estado comunicando
este principio desde tiempos antiguos, pero en Miqueas
6:8 lo expresa de manera clara y directa, dejando en evidencia que lo
que realmente le agrada es un corazón alineado con Su carácter.
En Miqueas 6:8, el
término "hombre" se usa de forma
genérica, lo que sugiere que Dios no solo se dirige a Israel, sino que está
apelando a la conciencia moral universal. En otras palabras, este mensaje no
depende de la cultura ni de la época, sino que está arraigado en la naturaleza
humana.
Romanos 2:14-15 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que
es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando
la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus
razonamientos,
Desde una perspectiva bíblica,
podemos ver que Dios ha depositado en la humanidad una capacidad innata para
discernir lo que es justo, misericordioso y correcto. En Romanos 2:14-15, el apóstol Pablo menciona que
incluso los gentiles, que no tienen la ley escrita, muestran que "la obra
de la ley está escrita en sus corazones", lo que refuerza la idea de que
Dios ha dotado a la humanidad de un sentido moral... de una conciencia.
Así, la declaración de Miqueas no es solo
una instrucción externa, sino un recordatorio de algo que Dios ya ha colocado
dentro del ser humano: una conciencia que reconoce la
justicia, la misericordia y la humildad como valores fundamentales.
Es un enfoque muy interesante.
En la teología, se suele hacer
una distinción entre atributos
exclusivos de Dios y atributos comunicables,
que Él comparte con la humanidad en cierta medida.
Los atributos exclusivos de Dios son aquellos que
pertenecen únicamente a Su naturaleza y no pueden ser replicados por los
humanos. Algunos ejemplos incluyen:
·
Omnipresencia (estar en todos lados al mismo
tiempo).
·
Omnisciencia (conocer todas las cosas,
pasadas, presentes y futuras).
·
Omnipotencia (tener poder absoluto, sobre
todo).
·
Inmutabilidad (no cambiar nunca en Su esencia).
Por otro lado, hay atributos que
Dios comunicables con los seres humanos, aunque de
manera limitada. Entre ellos están:
·
Misericordia (los humanos debemos
practicarla).
·
Amor (los humanos son llamados a amar como Dios ama).
·
Justicia (se nos pide actuar con justicia y equidad).
·
Sabiduría (aunque Dios es la fuente suprema, los
humanos pueden recibir y desarrollar sabiduría).
Esto demuestra cómo Dios, aunque
infinitamente superior, ha permitido que los humanos reflejen parte de Su
carácter en su vida cotidiana.
Desde una
perspectiva bíblica, el ser humano recibió los atributos comunicables de Dios
en el momento de la creación. En Génesis
1:26-27, se dice que Dios creó al hombre y a la mujer "a
Su imagen y semejanza", lo que implica que
ciertos aspectos de Su carácter fueron reflejados en la humanidad.
La imagen
de Dios en el ser humano no significa que poseamos Sus atributos en la misma
medida, sino que compartimos cualidades como amor, justicia, misericordia, sabiduría y
voluntad en una escala limitada.
Sin
embargo, debido al pecado (Génesis 3), esta imagen quedó distorsionada y
necesita ser restaurada por medio de la relación con Dios.
PERDÓN, CONCIENCIA Y CRUZ CANCIÓN DE SERGIO SÁNCHEZ GARRIDO
A lo largo
de la historia bíblica, vemos cómo Dios sigue moldeando a las personas para
reflejar Su carácter, especialmente a través de Cristo, quien nos llama a ser santos,
misericordiosos y justos como el Padre
(Mateo 5:48, Lucas 6:36).
Este tema
es profundo y tiene muchas implicaciones en la vida diaria.
Mateo 5:48
Reina-Valera 1960
48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto.
Lucas 6:36
Reina-Valera 1960
36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
El Eco en la Ciudad
En una ciudad
bulliciosa, donde las personas estaban atrapadas en una rutina frenética,
existía una idea arraigada: para ser aceptados y valorados, debían demostrar su
éxito con logros visibles. Así, muchos sacrificaban su tiempo, sus relaciones y
su bienestar en la búsqueda de reconocimiento.
Entre ellos estaba
Samuel, un joven que dedicaba largas horas al trabajo, acumulando certificados
y méritos, pero sentía un vacío constante. Pensaba que cuanto más lograra, más
respeto y felicidad tendría.
Un día, conoció a una
anciana llamada Elisa, quien lo llevó a un mirador sobre la ciudad y le dijo:
—Grita algo al
viento.
Samuel, confundido,
gritó:
—¡Éxito!
El eco respondió: Éxito...
—Ahora grita otra
cosa —pidió Elisa.
Samuel pensó y
luego dijo:
—¡Misericordia!
El viento le
devolvió: Misericordia...
Elisa sonrió.
—Así como el eco
devuelve lo que le das, tu vida refleja lo que entregas. No es reconocimiento
lo que te hará pleno, sino justicia, misericordia y humildad en tus relaciones.
Samuel comprendió.
Desde aquel día, en lugar de solo perseguir logros externos, empezó a vivir con
empatía, equidad y gratitud. Y como el eco, el mundo comenzó a devolverle lo
mismo.
El relato representa dos formas
de vivir la espiritualidad: vivir la religión y vivir en conciencia.
1.
Vivir la religión: Esto representa una práctica
religiosa basada en acciones
externas, donde el énfasis está en cumplir reglas sin
necesariamente transformar el corazón. Samuel, sigue esta misma lógica,
sacrificando tiempo y bienestar para alcanzar reconocimiento. Esto refleja una
religión vivida solo desde el deber, pero sin una conexión profunda con el
propósito de esas prácticas.
2.
Vivir en conciencia: Cuando la anciana (Elisa) le
muestra el eco a Samuel, le revela que lo verdaderamente importante no es el
sacrificio ni el reconocimiento, sino los valores que reflejamos en nuestras
relaciones: justicia,
misericordia y humildad. Aquí, la espiritualidad no se basa en
actos vacíos, sino en una transformación interna que se refleja en cómo vivimos
y tratamos a los demás.
El mensaje final de la anécdota
es que la verdadera relación con Dios no se mide por rituales o logros
visibles, sino por una vida guiada por la conciencia, donde los atributos
comunicables de Dios —misericordia, justicia y
humildad— se manifiestan en nuestra interacción con el mundo.
Una metáfora que encaja bien con
esta idea es...
"El trípode de la verdad".
Imagina un trípode que sostiene
una lámpara en la oscuridad. Sus tres patas representan justicia, misericordia y
humildad. Mientras las tres estén firmes, la lámpara se
mantiene en equilibrio y proyecta luz, iluminando el camino.
Si una de las patas falta o se
debilita, el trípode pierde estabilidad y la lámpara cae, dejando todo en
sombras. De la misma manera, la conciencia humana necesita estos tres pilares
para mantenerse firme. Si ignoramos la justicia, la misericordia o la humildad,
nuestra percepción moral se tambalea y la claridad se pierde.
Así, la conciencia es como esa lámpara: solo brilla cuando se apoya en estos tres principios esenciales.
Los tres conceptos clave, en un
enfoque tanto bíblico como práctico:
1.
Justicia La justicia es el principio de actuar con equidad y rectitud,
dando a cada quien lo que le corresponde. En la Biblia, Dios es presentado como el
juez justo (Salmos 9:8),
y se nos llama a seguir Su ejemplo (Miqueas 6:8). La
justicia no es solo castigo por el mal, sino también la promoción del bien. En
la vida diaria, significa tratar a los demás con imparcialidad y defender lo
correcto sin favoritismos.
2.
Misericordia La misericordia va más allá de
la justicia y añade compasión. Es la capacidad de dar gracia incluso cuando no es merecida, como
Dios lo hace con nosotros (Lamentaciones
3:22-23). En la práctica, la misericordia implica
perdonar, ayudar al necesitado y actuar con bondad, sin esperar recompensa. Es
reconocer la fragilidad de los demás y responder con amor en lugar de juicio.
3.
Humildad La humildad es el reconocimiento de nuestra
dependencia de Dios y el trato a los demás sin arrogancia. La Biblia enfatiza que Dios
exalta a los humildes (Mateo 23:12). No se
trata de disminuirse, sino de comprender nuestra verdadera posición y actuar
con sencillez. En la vida cotidiana, la humildad nos permite aprender,
escuchar, y valorar a los demás sin creernos superiores.
Estos tres pilares conforman el
fundamento de una conciencia alineada con los principios divinos. Cuando los
aplicamos en nuestras relaciones, reflejamos el carácter de Dios en nuestra
vida.
La prueba. Cuento budista
sobre las tentaciones y la conciencia
Un día, el gran maestro le dijo a sus discípulos:
– Atended un momento, quería pediros una cosa… Soy viejo ya y es
vuestro deber ayudarme a sobrevivir de la mejor manera posible. No tengo dinero, y lo necesito.
– Pero maestro- dijo entonces uno de los discípulos- Con lo poco generosos que
son aquí… ¿cómo conseguiremos reunir el dinero?
– Sí, ya sé que la forma más natural de conseguir el dinero es
pidiéndolo, pero hay otra forma… ¡cogiéndolo! En realidad, es algo que nos
correspondería tener, ¿no es así? Una especie de paga por nuestros servicios…
Lo que pasa es que yo soy mayor y no puedo hacerlo, pero vosotros sois jóvenes
y no os costará tanto. No es muy difícil, solo tenéis que escoger a algún
hombre rico y apropiaros de su bolsa en algún lugar en donde nadie os vea. Eso
sí, sin hacerle daño…
Al principio todos se quedaron un tanto
sorprendidos de que su maestro les pidiera robar, pero
al cabo de un rato, la mayoría de los discípulos estaba conforme con la
petición:
– Claro, maestro, por ti haremos todo lo que haga falta. Iremos a
por el dinero.
El discípulo que supo entender la prueba y la lección del maestro
Sin embargo, uno de los
discípulos se mantenía en silencio. El maestro, al darse
cuenta, preguntó:
– Todos tus compañeros
son muy valientes y
han decidido ayudarme con el plan. Pero tú sin embargo, tú no dices nada. ¿Por
qué?
– Lo siento, maestro. Si no
dije nada es porque veo el plan inviable…
– ¿Inviable?
– Sí, maestro. Tú mismo dijiste
que escogiéramos un lugar en donde nadie nos viera robar… pero no existe tal lugar. En cualquier lugar en donde yo esté mi Yo me verá robar. Preferiría mendigar que permitir que mi Yo vea que hago algo con lo
que no estoy de acuerdo.
El maestro entonces sonrió y
dijo muy contento:
– ¡Qué alegría! Me enorgullece
comprobar que al menos uno de mis discípulos lo ha
entendido todo…
Entonces, el resto agachó la
cabeza al darse cuenta de que su maestro les había puesto a
prueba y se sintieron muy arrepentidos de haber caído en la trampa. Desde
entonces, cada vez que escuchaban en su cabeza un pensamiento indigno, o
sentían tentaciones de obrar mal, recordaban eso que su compañero dijo: ‘Mi Yo me ve’, y lo desterraban de su mente.
Reflexiones sobre el cuento budista La Prueba
Nuestra conciencia nos
acompaña a todas partes. No existe ningún lugar,
efectivamente, en donde podamos mantenernos invisibles y alejados de ella. Este
es el mensaje que este fantástico cuento corto nos traslada:
- Aprende a reconocer las
tentaciones: La mayoría de los discípulos del maestro no
supieron ver que les estaban poniendo a prueba. La prueba era en realidad
una trampa, una tentación. En este caso, el maestro les tentaba y les
proponía mostrar su fidelidad a pesar de cometer un acto inapropiado. Ellos
decidieron caer en la tentación de cumplir con la orden de su maestro a
pesar de todo, porque no se dieron cuenta de que en realidad era una
prueba.
- La conciencia va a todas
partes con nosotros: Podrás esconderte de los ojos de otras
personas, pero debes saber, tal y como nos recuerda el discípulo que supo
decir No al maestro, que nunca podrás ser invisible a los ojos de nuestra
propia conciencia. Así, cada vez que cometas un comportamiento inadecuado
o te llegue algún pensamiento malo, puedes recordar que tú ‘Yo interno’ te
ve. De ahí que cada vez que hacemos algo que consideramos inapropiado,
sintamos ‘remordimientos’. Nuestro ‘Yo’ nos lo recuerda porque lo vio y en
realidad somos bien conscientes de ello.
Una reflexión más sobre ‘La prueba’
- La necesidad de aprender a
decir No: En ‘La prueba’, el único que tuvo la
valentía de decir No a la propuesta del maestro fue el que el resto en un
principio vio como ‘desleal’. Sin embargo, la lealtad se manifiesta muchas
veces en esa capacidad de mantenernos íntegros y fieles a nuestros valores
y en la fortaleza y convicción de estar haciendo lo adecuado. Debemos
tener la fortaleza de decir No cuando nuestro Yo interior diga No. Si no,
llegarán los remordimientos. De hecho, no hay nada peor que
engañarse a uno mismo.
«Debemos tener la fortaleza de aprender a decir No cuando nuestro Yo
interior diga No…»
— (Reflexiones sobre ‘La prueba’)
Entonces
no te presento una religión seca y muy estricta para agradar a Dios, sino un
conocimiento que te lleva a la libertad reconociendo los valores de tu propia
conciencia.
-RELIGIÓN es el intento del hombre para llegar a
Dios.
-JESUCRISTO es el intento de Dios para llegar al
hombre.
Cristo no vino solo para
despertar nuestra conciencia, sino para redimirnos
del pecado y restaurar
nuestra relación con Dios. La conciencia es un recurso interno que nos ayuda a
discernir lo bueno y lo malo, pero por sí sola no puede salvarnos. El pecado
afecta nuestra capacidad de escuchar y obedecer correctamente nuestra
conciencia, llevándonos a justificar lo incorrecto o ignorar la verdad.
Por eso, la obra de Cristo va más
allá de una simple guía moral.
Hebreos 9:14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha (ámōmon) a Dios, limpiará vuestras conciencias
de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
(ámōmon)
significa "sin mancha, sin
defecto",
Se nos dice que Su sacrificio "purifica
nuestra conciencia de obras muertas", permitiéndonos vivir en
comunión con Dios. Es decir, Su muerte y resurrección no solo nos perdonan,
sino que nos transforman para que nuestra conciencia sea verdaderamente
alineada con la voluntad divina.
Entonces, vivir según la
conciencia sin la obra de
Cristo puede llevar a una moral subjetiva. Pero vivir en conciencia a la luz del evangelio significa que nuestras acciones están moldeadas
por Su justicia, Su misericordia y Su humildad.
Este es un punto clave en
cualquier estudio sobre la espiritualidad humana.
La expresión "sin mancha" en Hebreos 9:14 es crucial porque enfatiza la
perfección del sacrificio de Cristo. En el contexto del Antiguo Testamento, los
sacrificios requerían animales sin defecto para ser aceptables ante Dios (Levítico 1:3). Esto simbolizaba la necesidad
de pureza para la expiación del pecado.
Cristo, al ofrecerse sin mancha,
cumple esta exigencia de manera absoluta. Su sacrificio es perfecto, sin pecado, lo que lo hace capaz de limpiar nuestras
conciencias de obras muertas.
Esto significa que no solo nos libera de la culpa del pecado, sino que también
transforma nuestra manera de vivir, permitiéndonos servir a Dios con un corazón
renovado.
En otras palabras, si Cristo
hubiera tenido mancha, su sacrificio no habría sido
suficiente para purificarnos completamente. Su perfección garantiza que nuestra
conciencia no solo sea limpiada, sino restaurada para vivir en comunión con
Dios.
La palabra griega μῶμον (mōmon) significa "mancha, defecto, culpa o
reproche". Se usaba en la literatura griega para referirse
a algo que tenía una imperfección o que era objeto de crítica.
Fuera de
la Biblia, μῶμον podía usarse para señalar una falta
moral o física en alguien, algo que lo hacía menos digno o admirable. En la
cultura griega, la ausencia de μῶμον era un ideal de perfección,
especialmente en contextos religiosos y filosóficos.
Tener una conciencia limpia es
esencial porque afecta tanto nuestra relación con Dios como nuestra vida
cotidiana.
1.
En nuestra relación con Dios:
o Una conciencia manchada por el
pecado genera culpabilidad y separación de Dios (Isaías 59:2). pero vuestras iniquidades han hecho división entre
vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su
rostro para no oír.
o Cristo, al ser el sacrificio sin mancha, nos purifica y
nos permite acercarnos con libertad a Dios (Hebreos 9:14).
o Una conciencia limpia nos da paz
y confianza para vivir conforme a Su voluntad (1 Juan 3:21). Amados,
si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
2.
En nuestras relaciones con los demás:
o Una conciencia libre de culpa nos
permite actuar con justicia, misericordia y
humildad en nuestras interacciones.
o Nos ayuda a evitar el autoengaño
y la hipocresía, guiándonos a ser auténticos.
o Nos motiva a pedir perdón cuando
es necesario y a actuar con integridad.
3.
En nuestra vida personal:
o Trae paz interior y nos libra del
peso de la culpa.
o Nos da claridad para tomar
decisiones correctas.
o Nos permite vivir sin temor ni
remordimiento, confiando en que estamos obrando bien.
Sin una conciencia limpia, el
pecado y la culpa pueden nublar nuestra percepción moral y alejarnos de una
vida plena en Dios.
Es por eso que la obra de Cristo
es tan importante: no solo perdona, sino que transforma
nuestra conciencia para que vivamos en armonía con la justicia divina.
Hay una
gran diferencia entre una conciencia genuina y una
conciencia de grupo manipulada.
Cuando la fe se vive de manera
personal, la conciencia individual se alinea con principios como justicia, misericordia y
humildad. Es
una relación auténtica con Dios, donde cada persona discierne lo que es valioso y práctico,
lo que realmente transforma vidas.
Sin embargo, cuando la
espiritualidad se convierte en presión
de grupo, la conciencia personal se silencia. La voz interior
queda opacada por lo que el grupo dicta como correcto, incluso si no tiene
verdadero valor ni impacto positivo. Se comienza a "limpiar" lo que
no necesita ser cambiado, mientras lo esencial—amor, compasión y verdad—es
ignorado.
En este tipo de mentalidad
grupal, las personas pueden actuar no por convicción, sino por miedo al
rechazo. Se pueden justificar injusticias, aceptar tradiciones vacías y perder
la capacidad de pensar y cuestionar con libertad. Esto es peligroso,
porque crea seguidores sin discernimiento, en lugar de creyentes con una
relación genuina con Dios.
El desafío es despertar la conciencia
personal y ayudar a cada
persona a recuperar su capacidad de pensar, sentir y decidir de acuerdo con
principios verdaderos. Cristo no vino para crear masas controladas, sino para
traer libertad
a los corazones (Juan 8:32) y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres.
Escuchar Nuestra Propia Conciencia
A lo largo de la vida, muchas voces
intentan definir lo que debemos pensar, sentir y decidir. La sociedad, las
tradiciones, e incluso los círculos religiosos pueden influenciar nuestra
percepción de lo correcto. Sin embargo, la verdadera conexión con Dios no
depende de la aprobación externa, sino de una conciencia alineada con justicia, misericordia y humildad.
1. La
importancia de escuchar la conciencia
- Nuestra conciencia es el reflejo interno de
la verdad que Dios nos ha dado (Romanos 2:15).
- Cuando ignoramos nuestra conciencia y
seguimos la presión de grupo, corremos el riesgo de justificar lo
incorrecto.
- Dios no quiere seguidores ciegos, sino creyentes con discernimiento capaces de
actuar con convicción.
2. Cómo
diferenciar la conciencia personal de la influencia grupal
- Conciencia genuina: Nos guía a hacer lo correcto, incluso
cuando es difícil. Nos confronta cuando fallamos, pero también nos motiva
a crecer.
- Conciencia de grupo: Nos hace seguir lo que otros dicen sin
cuestionar, a veces justificando injusticias o acciones vacías.
- Cristo vino a purificar
nuestras conciencias, no solo a que sigamos tradiciones (Hebreos 9:14).
3. Pasos
para fortalecer nuestra conciencia
- Reflexionar en la
justicia, la misericordia y la humildad en cada decisión.
- No temer cuestionar lo que hacemos solo por
costumbre.
- Buscar a Dios en oración y en Su palabra,
permitiendo que Él moldee nuestra conciencia.
- Vivir con coherencia:
que nuestras acciones reflejen lo que en verdad creemos.
Epílogo: Un Llamado a la Conciencia y al Corazón
Hoy hemos hablado de la importancia
de escuchar nuestra propia conciencia, de no
permitir que la presión del grupo silencie la voz interior que Dios nos ha
dado. Hemos visto que justicia, misericordia y
humildad no son solo principios externos, sino la esencia de una vida
alineada con la verdad.
Ahora, llega el momento de llevar
esto a la acción.
Cada uno de nosotros tiene en su
interior una conciencia que reconoce lo bueno y rechaza lo injusto. Pero, ¿la
estamos escuchando? ¿Estamos viviendo con autenticidad, o simplemente siguiendo
lo que otros nos dictan?
Cristo no vino para que viviéramos
bajo reglas vacías. Vino para limpiar nuestra
conciencia, para liberarnos de toda carga innecesaria, y para mostrarnos
una fe que transforma desde adentro hacia afuera.
Hoy, es el momento de decidir: ¿Vivir en conciencia o vivir por costumbre? Es el
momento de preguntarnos: ¿Estamos reflejando
justicia, misericordia y humildad en nuestra vida? Es el momento de
acercarnos a Dios con un corazón sincero y permitir que Su verdad guíe nuestras
decisiones.
No permitas que tu conciencia se
apague. No ignores la voz interior que te llama a vivir con propósito. Dios no
quiere rituales vacíos ni sacrificios sin sentido. Dios
quiere tu corazón, tu vida, tu autenticidad.
Hoy, haz de tu conciencia un faro
que ilumine tu camino. Escúchala, obedécela, y permite que Dios la moldee cada
día.
En este momento debes aceptar el
sacrificio que Jesús hizo por ti, su sangre
Es tiempo de
despertar. Es tiempo de vivir con verdad. Es tiempo de escuchar lo que Dios ha
puesto dentro de ti.
— Ahora es tu
momento. ¿Cómo responderás?
PASTOR SERGIO SÁNCHEZ GARRIDO
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