¿QUIÉN ES MI PROJIMO?
Introducción:
Del amor tribal a la revolución del amor cristiano
En los albores
de la revelación bíblica, el amor al prójimo nace como un mandato tribal. En Levítico 19:18, Dios ordena:
“Amarás () a tu prójimo (re'a) como a ti mismo kamoja.”
En la cultura hebrea bíblica, "como a ti mismo" (כָּמוֹךָ kamoja) implica amar al prójimo con la misma intensidad, respeto y cuidado que uno se tiene a sí mismo, reflejando un principio central de justicia, empatía y unidad comunitaria.
Amar al prójimo como a ti mismo exige autoconocimiento y autoestima. Si uno no se ama sanamente, difícilmente puede amar al otro de forma justa.
Este mandamiento es la base de muchas leyes sociales en la Torá: no robar, no mentir, no oprimir, no vengarse, porque todas ellas violan el principio de tratar al otro como uno mismo.
-La esencia de la fe está en cómo tratamos al otro, POR ESO jESUS EQUIPARA ESTE MANDAMIENTO AL DE AMAR A DIOS. Mateo 22:36–40.
El espejo de Eliab
En un pequeño pueblo de Judea vivía Eliab, un artesano conocido por su habilidad para pulir espejos. Aunque sus espejos eran perfectos, Eliab era un hombre solitario, desconfiado y poco amable. Decía: “Cada uno debe cuidar de sí mismo. Nadie vendrá a ayudarte.”
Un día, un anciano sabio llegó al pueblo y pidió hospedaje. Nadie lo recibió, excepto una viuda llamada Miriam. El sabio le agradeció y le dijo: —“Quiero recompensarte. ¿Qué deseas?” Ella respondió: —“No para mí, sino para Eliab. Él vive solo y su corazón está endurecido.”
El sabio visitó a Eliab y le ofreció un regalo: un espejo especial. —“Este espejo no muestra tu rostro, sino el de quien más necesita tu amor.” Eliab, intrigado, lo colgó en su taller.
Al día siguiente, al mirar el espejo, vio el rostro de un niño hambriento. Salió y encontró al niño cerca del mercado, le dio pan y lo llevó con su madre. Al día siguiente, vio a Miriam, agotada por el trabajo. Le llevó leña y agua. Día tras día, el espejo mostraba rostros distintos: ancianos, enfermos, viajeros.
Eliab comenzó a cambiar. Su taller se convirtió en un lugar de ayuda. Ya no pulía espejos, sino corazones. Un día, miró el espejo y vio su propio rostro. Confundido, preguntó al sabio: —“¿Por qué ahora me veo a mí?” El sabio sonrió: —“Porque ahora amas a los demás como a ti mismo. Y al hacerlo, has aprendido a verte con compasión.”
Este cuento refleja cómo el amor al prójimo transforma no solo al otro, sino también a uno mismo.
Pero el
término hebreo usado —רֵעַ (re'a)— se refiere al “compañero”, al “cercano”, al “miembro del mismo pueblo”.
Es un amor que protege al grupo, pero excluye al diferente. Es un amor que cuida al hermano, pero sospecha
del extranjero.
Este amor
tribal, aunque legítimo en su contexto histórico, tiene
límites injustos. No alcanza al enemigo, ni al forastero, ni al que
sufre fuera del círculo. Es un amor que se defiende,
pero no se entrega.
Sin embargo,
Dios no se queda en ese primer peldaño. A lo largo de la Escritura, traza un camino razonado y progresivo para
enriquecer el concepto de amor. Añade ética, misericordia
y justicia. En Levítico 19:34, el amor se extiende al extranjero residente:
“Como a uno nacido entre vosotros amarás al extranjero que habita entre
vosotros.”
Aquí comienza
la revelación progresiva: un principio
hermenéutico que reconoce que Dios educa
espiritualmente a su pueblo paso a paso, revelando verdades más
profundas a medida que el corazón está listo para recibirlas. El amor deja de
ser tribal y empieza a ser moral.
Los profetas
continúan esta expansión. Isaías, Miqueas, Amós —todos denuncian la
religiosidad sin compasión, el culto sin justicia, la ley sin misericordia. El
amor al prójimo se convierte en criterio espiritual,
no solo en norma legal.
Pero es Jesús
quien lleva este mandamiento a su revolución
definitiva. En Mateo 5:44, declara:
“Amad a vuestros enemigos.” Y en Lucas 10, responde a la pregunta del
intérprete de la ley —“¿Quién es mi prójimo?”— con la parábola del buen
samaritano. Allí, el prójimo no es el sacerdote ni el levita, sino el extranjero despreciado que se acerca al herido. Jesús
no redefine el prójimo: redefine el amor.
Este amor ya
no se basa en pertenencia, sino en compasión activa.
Ya no se limita al grupo, sino que abraza al mundo.
Es un amor que rompe fronteras, desarma venganzas,
y acoge al diferente.
Y sin embargo,
muchos —entonces y ahora— rehúsan incluir esta
revolución. Israel, en su forma más nacionalista,
prefiere la venganza al perdón, la exclusión al abrazo, la ley al Espíritu.
El extranjero sigue siendo sospechoso. El enemigo sigue siendo odiado. El
herido sigue siendo ignorado.
Pero el
cristianismo, si quiere ser fiel a su fundador, no
puede amar tribalmente. Debe amar como Jesús amó:
Este estudio
bíblico no busca repetir mandamientos. Busca entender
su evolución, honrar su profundidad, y vivir su plenitud. Porque el amor
al prójimo no es una regla: Es el rostro de Dios en
el rostro del otro.
Levítico 19:18 No te vengarás,
ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo רֵעַ (re'a) como a ti mismo. Yo Jehová.
Este versículo es el corazón del mandamiento del amor al
prójimo en el Antiguo Testamento. La palabra hebrea usada aquí para “prójimo”
es רֵעַ (re'a)
El término hebreo רֵעַ (re'a) significa “prójimo”, “amigo” o
“compañero”, y
está profundamente ligado a la idea de proximidad tanto emocional como
relacional. En la Biblia, esta palabra no solo implica cercanía física, sino
también vínculo moral, afectivo y espiritual.
Raíz
hebrea:
רֵעַ (re'a) proviene de una raíz que
implica relación, cercanía y reciprocidad.
Uso
gramatical: Es un sustantivo masculino que aparece
más de 180 veces en el Antiguo Testamento.
Traducciones
comunes:
“prójimo”,
“amigo”, “compañero”, “vecino”, “otro”, “cercano”.
El pastor y el rabino — Un cuento sobre el amor que se
expande
En un pequeño pueblo rodeado de olivares, vivían dos líderes espirituales:
el pastor Elías y el rabino Benjamín. Ambos eran respetados, sabios, y
profundamente devotos. Cada semana enseñaban a sus comunidades sobre la fe, la
ley y el amor.
Un día, se reunieron en la plaza del pueblo para preparar una charla
conjunta sobre el mandamiento de amar al prójimo. El rabino comenzó:
—La Torá nos enseña: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Pero ese
prójimo es el re'a, el compañero del pueblo, el que comparte nuestra fe
y nuestras costumbres. Amar al prójimo es proteger nuestra identidad.
El pastor asintió, pero luego respondió con suavidad:
—Es cierto, rabino. Pero Jesús nos enseñó algo más. Él dijo: “Amad a
vuestros enemigos.” Y cuando le preguntaron quién era el prójimo, contó la
historia de un samaritano —un extranjero despreciado— que fue el único que se
acercó al herido en el camino.
El rabino frunció el ceño.
—Pero ¿cómo enseñar a amar a quien nos rechaza? ¿A quien no respeta nuestra
ley?
El pastor sonrió.
—Porque el amor que Jesús enseñó no depende del otro. Depende de nosotros.
No es tribal, es universal. No se basa en pertenencia, sino en compasión. El
samaritano no preguntó si el herido era de su pueblo. Solo lo vio, se acercó, y
lo curó.
Los vecinos que escuchaban comenzaron a murmurar. Algunos estaban de
acuerdo con el rabino: “Hay que cuidar a los nuestros.” Otros con el pastor:
“El amor debe cruzar fronteras.”
Entonces una niña se acercó. Tenía en brazos a un cachorro herido que había
encontrado en el campo. Lo había limpiado, vendado, y ahora lo traía para que
lo bendijeran.
—¿Es de tu familia? —preguntó el rabino.
—No —dijo la niña—. Pero estaba solo y sufría. ¿No es eso suficiente?
El rabino y el pastor se miraron. El silencio se volvió enseñanza.
Desde ese día, en el pueblo se enseñó que el prójimo no es el que se parece
a ti. Es el que te necesita. Y que el amor verdadero no pregunta
quién eres, sino qué puedo hacer por ti.
1. Proximidad emocional
Éxodo 33:11: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla
un hombre con su amigo (רֵעַ).” Aquí, re'a
implica intimidad, confianza y cercanía afectiva.
2. Proximidad familiar
Éxodo 32:27: “Matad cada uno a su hermano, a su amigo (רֵעַ), y a su pariente.” El término se usa junto a “hermano” y “pariente”, mostrando que re'a
puede ser alguien tan cercano como un familiar.
3. Proximidad social
Levítico 19:18: “Amarás a tu prójimo (רֵעֲךָ) re'a como a ti mismo.”
Aquí, re'a se refiere a
cualquier persona con la que se interactúa en comunidad, no necesariamente
amigo íntimo.
4. Proximidad cotidiana
Éxodo 20:16–17: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio…
No codiciarás la casa de tu prójimo…”
El término se usa para referirse al
vecino, al compañero de vida diaria, mostrando una cercanía habitual.
Relación
lingüística con otras palabras hebreas
Re'a se relaciona con otras palabras de cercanía:
- אָח (aj)** – hermano
- קָרוֹב (qarov)** – pariente cercano
- שָׁכֵן (shakhen)** – vecino
Estas asociaciones refuerzan que re'a
no es un extraño, sino alguien próximo
en vínculo, en trato o en necesidad.
En la Biblia, la cercanía no se mide por geografía, sino por disposición del corazón.
El re'a es aquel a quien
puedes amar, ayudar, corregir o proteger. Es el rostro que te interpela, el
dolor que puedes aliviar, el vínculo que puedes honrar.
¿Qué significa
re'a?
Como vimos antes, re'a
no es solo “vecino” o “compañero”. En hebreo bíblico, implica:
- Cercanía emocional
- Lealtad profunda
- Vínculo de pacto o alianza
- Disponibilidad para el otro en su necesidad
1 Samuel 18:1“Y aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl,
el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí
mismo.”
Este versículo es clave. La
expresión “quedó ligada”
(נִקְשְׁרָה נֶפֶשׁ) indica una unión de almas, una conexión que va más allá
de lo político o familiar. Jonatán se convierte en re'a de David
porque:
·
Lo ama como a sí mismo (Levítico 19:18 en acción)
·
Lo protege
incluso contra su padre
·
Hace pacto con él (1 Samuel 18:3)
·
Le entrega sus armas, símbolo de rendición y confianza
Jonatán representa el prójimo
bíblico: el que se acerca, el que se entrega, el que
honra la voluntad de Dios por encima de su propio interés.
¿Por qué Saúl
no era re'a?
Aunque Saúl era el padre de Jonatán
y rey de Israel, nunca se convierte en re'a
de David porque:
- Lo ve como amenaza, no como hermano
- Lo persigue, no lo protege
- Lo envidia, no lo honra
- Rompe el pacto con Dios, mientras David lo respeta
Saúl representa lo opuesto al re'a: el que se aleja, el que compite, el que destruye por
miedo. Aunque tenía autoridad, le faltaba cercanía espiritual.
Conclusión
Jonatán era re'a de
David porque su alma se unió a la de él en amor, pacto y lealtad. Saúl no lo
fue porque su corazón se separó por celos, poder y desobediencia.
En términos
hebreos, ser re'a no depende del cargo, sino
del corazón. Y en la historia de David, Jonatán es el modelo del prójimo
que ama como Dios manda.
Esa es
una pregunta profunda y muy reveladora. En términos estrictamente lingüísticos
y contextuales del Antiguo Testamento, sí,
podríamos decir que cuando la Ley de Moisés manda “amar al prójimo”
(Levítico 19:18), está hablando de רֵעַ (re'a)
—es decir, alguien cercano, del pueblo, con quien se comparte vínculo social o
espiritual. Pero eso no significa que la Ley excluya
el amor hacia los que no son prójimos… más bien, amplía progresivamente el
concepto.
EL MAR QUE ME HABITA CANCIÓN DE JAWDI
En el contexto hebreo original:
Levítico 19:18“No te vengarás, ni guardarás rencor
a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Aquí, prójimo
(רֵעֲךָ) se refiere claramente a otro israelita,
alguien del mismo pueblo. Es un mandato interno, comunitario. Pero solo unos
versículos después, la Ley da un giro sorprendente:
Levítico 19:34“Como a uno nacido entre vosotros
amarás al extranjero que habita entre vosotros; como a ti mismo lo amarás,
porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.”
Aquí, el amor
se extiende al ger (גֵּר) —el extranjero residente. Aunque no sea re'a en
sentido técnico, Dios exige el mismo amor: “como
a ti mismo”. Esto rompe cualquier
interpretación excluyente.
¿Qué significa
esto?
- El mandamiento de amar al re'a no
excluye a los que no lo son.
- Más bien, el concepto de prójimo se expande en la
revelación bíblica: primero al compatriota, luego al extranjero, y
finalmente —con Jesús— a todo ser humano en
necesidad.
Jesús y la
redefinición radical
En Lucas 10, cuando el intérprete
de la ley pregunta “¿Quién es mi prójimo?”, Jesús responde con la parábola del
buen samaritano. El samaritano no era del pueblo, no era re'a
en sentido levítico… pero fue el
único que actuó como prójimo.
“Ve, y haz tú
lo mismo.” (Lucas 10:37)
Conclusión
Sí, la Ley de
Moisés comienza con un mandato de amar al re'a —al cercano, al del pueblo. Pero la misma Ley, y
luego los profetas y Jesús, amplían ese amor hacia
todo ser humano. El prójimo no es definido por pertenencia, sino por disposición del corazón.
Jesús no solo
amplió el mandamiento de amar: lo revolucionó.
En un mundo donde el amor se reservaba para los cercanos, los del mismo pueblo,
los que compartían fe o sangre, Él trazó una línea nueva —una línea que no
separa, sino que incluye incluso
al enemigo.
El mandamiento
original: amar al prójimo
En la Ley de
Moisés, el amor al prójimo (re'a) era
un mandato sagrado. Pero ese prójimo era, en principio, el compatriota, el miembro del pueblo, el cercano. Aunque la
Ley también ordenaba amar al extranjero residente (Levítico 19:34), la práctica
común era amar a los que eran “como tú”.
Jesús rompe el
límite
En el Sermón
del Monte, Jesús pronuncia una frase que cambia la historia:
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos…” (Mateo 5:43–44)
Con estas
palabras, Jesús rompe el círculo cerrado del amor
tribal. Ya no basta amar al que está cerca, al que te cae bien, al que
comparte tu fe. Ahora el amor debe alcanzar al que
te persigue, al que te hiere, al que te odia.
¿Qué significa
esto?
1. El amor ya
no es reacción, es decisión
Jesús enseña
que amar no depende de cómo te traten, sino de quién
eres tú en Dios. El amor cristiano no espera reciprocidad: fluye desde la misericordia divina.
2. El enemigo
se convierte en prójimo
Al mandar amar al enemigo, Jesús redefine quién es el prójimo. Ya no es solo el re'a hebreo,
el cercano. Ahora es todo ser humano, incluso
el más lejano, incluso el más hostil.
3. El amor se
vuelve universal
Este
mandamiento no es sentimental. Es radicalmente
espiritual. Amar al enemigo es romper el
ciclo del odio, desarmar la venganza, abrir espacio para la redención.
El
cristianismo como comunidad del amor sin fronteras
Jesús entrega a sus discípulos un
mandamiento que no puede vivirse sin Dios:
“Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros (allos) como yo os he amado.” (Juan 13:34)
(allos) significa “otro” de la misma clase o naturaleza. Se usa cuando se habla de algo que es diferente pero similar en esencia. Ejemplo: Si tienes una manzana y te dan ἀλλος, te están dando otra manzana, no una pera.
La Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, enseña que el amor cristiano trasciende toda barrera humana —étnica, cultural, religiosa, social o incluso enemistosa.
Fundamentos bíblicos que apoyan esta visión
Juan 13:34 — “Que os améis unos a otros…” Este mandamiento no está limitado por raza, nación o condición. Jesús lo da en el contexto de una comunidad diversa, y lo extiende aún más en otros pasajes.
Mateo 5:44 —
Levítico 19:34 —
Lucas 10:25–37 (Parábola del buen samaritano) Jesús redefine “prójimo” como cualquiera que necesita compasión, incluso si es de un grupo despreciado o enemigo.
Implicaciones éticas y espirituales
El amor cristiano no clasifica a las personas como “de mi tribu” o “de otra”.
No hay espacio para el racismo, el nacionalismo excluyente, ni la xenofobia en la ética del Reino de Dios.
El amor es activo, universal y radicalmente inclusivo.
La Biblia enseña que no debemos considerar a ningún ser humano como de distinta clase. Todos somos portadores de la imagen de Dios, y el amor cristiano nos llama a reconocer esa dignidad en cada persona —amigo, extranjero, enemigo o hermano.
El principio de igualdad en la naturaleza humana
Cuando reconocemos que otro ser humano es de la misma naturaleza —creado a imagen de Dios, con dignidad, conciencia, capacidad de amar y sufrir— entonces:
Tiene el mismo derecho a acercarse a nosotros: no hay barreras legítimas que lo excluyan por raza, religión, nacionalidad, clase social o historia personal.
Tiene las mismas obligaciones en esa cercanía: el amor cristiano no es paternalismo ni superioridad, sino reciprocidad. El otro también está llamado a amar, respetar, cuidar y construir comunidad.
Fundamento bíblico
Génesis 1:27 — “Y creó Dios al hombre a su imagen…” Todos los seres humanos comparten esa imagen divina. No hay jerarquías ontológicas.
Mateo 22:39 — “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” El amor al otro parte del reconocimiento de que es como tú.
Romanos 12:10 — “Amaos los unos a los otros con amor fraternal…” El amor mutuo implica igualdad de derechos y deberes en la relación.
Efesios 2:14 — “Cristo es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno…” En Cristo se derriban los muros que separan, y se crea una nueva humanidad reconciliad
Implicaciones éticas
No excluir: Nadie debe ser tratado como “menos humano” o “menos digno”.
No dominar: La cercanía no es para controlar al otro, sino para compartir vida.
No evadir: Si el otro tiene derecho a acercarse, yo tengo la obligación de abrirme, de escuchar, de responder.
Y ¿cómo los amó Él?
- Amando a Pedro, que lo negó.
- Amando a Judas, que lo traicionó.
- Amando a los que lo crucificaron: “Padre,
perdónalos…”
Este amor no es humano. Es divino encarnado.
1 Juan 4:7
“Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios.”
Este versículo está en una sección donde el apóstol Juan enseña que Dios es amor (versículo 8) y que el amor verdadero no es simplemente un sentimiento humano, sino una manifestación de la vida divina en nosotros.
¿Qué significa que “el amor es de Dios”?
Origen divino: El amor no es solo una emoción o una virtud ética; es una expresión del carácter de Dios.
Participación espiritual: Amar al otro es participar de la vida de Dios. Quien ama está “nacido de Dios”.
Reconocimiento mutuo: El amor entre personas es una señal de que Dios está presente en la relación.
Y al entregarlo al cristianismo,
Jesús convierte a sus seguidores en portadores de
un amor que no discrimina, no excluye, no se agota.
Narrativamente, ¿qué hizo Jesús?
Este texto refuerza lo que venías diciendo: si el amor viene de Dios, no hay justificación para excluir a nadie de ese amor. No importa si es extranjero, enemigo, pobre, diferente o incluso hostil. Amar es reconocer al otro como portador de la misma dignidad que tú, y como alguien que puede ser alcanzado por la gracia divina.
Jesús tomó el mandamiento más sagrado del judaísmo —amar
al prójimo— y lo expandió hasta el extremo más
difícil: amar al enemigo. Con ello, sacó a
sus discípulos del círculo cómodo del amor selectivo, y los lanzó al
mundo con un amor que rompe muros, sana heridas y
revela a Dios.
Aquí tienes una línea de desarrollo progresivo del mandamiento de amar al prójimo, desde el
Antiguo Testamento hebreo hasta su expansión radical en el mensaje de Jesús.
Cada paso está numerado y citado con su texto bíblico correspondiente:
1-Amor al prójimo dentro del pueblo
Levítico
19:18
“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.”
Aquí,
prójimo (רֵעַ, re'a) se refiere a otro israelita,
alguien cercano en comunidad y fe.
2.
Amor al extranjero residente
Levítico 19:34 “Como a uno nacido entre vosotros amarás al
extranjero que habita entre vosotros; como a ti mismo lo amarás, porque
extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.”
El
amor se extiende más allá del pueblo: al ger
(גֵּר), el extranjero que vive entre
ellos.
3.
Amor al necesitado, sin distinción
Exodo 23:4–5 “Si encuentras el
buey de tu enemigo o su asno extraviado, devuélvelo… si ves el asno del que te
aborrece caído bajo su carga, no lo dejes, ayúdalo a levantarlo.”
Aquí
se introduce el deber de ayudar incluso al enemigo en necesidad, anticipando el
amor activo.
4.
Amor como justicia y misericordia
Miqueas 6:8 “¿Qué pide Jehová de ti? Solamente hacer justicia,
amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”
EL amor se vincula con la ética, la compasión y
la humildad, no solo con el vínculo tribal.
5. Amor al prójimo como mandamiento supremo
Texto: Mateo 22:39–40 “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y
los profetas.”
Jesús reafirma el mandamiento, pero lo eleva
como eje central de toda la revelación.
6. Amor al enemigo
Texto: Mateo 5:44 “Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen…”
Jesús rompe
los límites del amor tribal y lo convierte en una fuerza redentora universal.
7. Amor como identidad del discípulo
Texto: Juan 13:34–35 “Un
mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado… En
esto conocerán todos que sois mis discípulos.”
El amor ya no
es solo mandato: es marca espiritual, es lo
que define al seguidor de Cristo.
8. Amor como cumplimiento de la ley
Texto: Romanos 13:10 “El
amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.”
Pablo enseña
que el amor no reemplaza la ley: la realiza en
plenitud.
9. Amor sin acepción de personas
Texto: Santiago 2:8–9 “Si
en verdad cumplís la ley real conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo, bien hacéis. Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado.”
El amor
cristiano no discrimina por clase, raza, religión o condición.
10. Amor como reflejo de Dios
Texto: 1 Juan 4:7–8 “Amados,
amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios… El que no ama, no ha conocido
a Dios.”
El amor no es
solo ética: es teología viva. Amar es
conocer a Dios.
Un
intérprete de la ley se acercó a Jesús con una pregunta que parecía teológica,
pero escondía una intención defensiva:
“¿Y quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29)
No
preguntaba para amar más, sino para limitar
el alcance del amor. Quería
saber a quién no estaba obligado a
amar. Jesús, en lugar de responder con una definición, contó una historia. Una historia que desarma excusas, que revela
corazones, y que traza el mapa del amor en diez pasos.
1. El herido en el camino
“Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones…” (Lucas 10:30)
El prójimo no
es el que está cerca por elección, sino el que está
caído en tu camino. La necesidad define la proximidad.
2. El sacerdote que pasó de largo
“Y viéndolo, pasó de largo.” (Lucas 10:31)
El sacerdote
representa la religión sin compasión. Se aleja del herido, y al hacerlo, se aleja del corazón de la Ley (Levítico 19:18).
3. El levita que también se aleja
“Asimismo un levita… llegó cerca de aquel lugar, y viéndolo, pasó de
largo.” (Lucas 10:32)
El levita se acerca físicamente, pero no se involucra. Su cercanía es superficial. El
amor exige más que mirar: exige actuar.
4. El samaritano que se acerca
“Pero un samaritano… fue movido a misericordia.” (Lucas 10:33)
El samaritano
rompe barreras étnicas y religiosas. Aunque considerado enemigo por los judíos,
se convierte en prójimo por su compasión.
5. El amor como acción concreta
“Y
acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino…” (Lucas 10:34)
El amor no es sentimiento, es intervención. El samaritano toca, cura, gasta. El
amor bíblico es activo y sacrificial.
6. El amor que carga al otro
“Lo puso sobre su cabalgadura…” (Lucas 10:34)
Amar es cargar con el peso del otro. El samaritano no
delega: se involucra personalmente.
7. El amor que provee refugio
“Lo llevó a un mesón, y cuidó de él.” (Lucas 10:34)
El amor no
termina en el primer gesto. Continúa en el cuidado,
en el seguimiento, en la permanencia.
8. El amor que invierte recursos
“Sacó dos denarios, y los dio al mesonero…” (Lucas 10:35)
El amor
verdadero cuesta. El samaritano no calcula:
confía, invierte, entrega.
9. El amor que promete volver
“Y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.” (Lucas 10:35)
El amor no
abandona. Promete retorno, seguimiento,
fidelidad. El prójimo no es un proyecto: es una relación.
10. El amor como cumplimiento de la Ley
“¿Quién fue el
prójimo del que cayó en manos de ladrones?” — El que tuvo misericordia de él.” (Lucas 10:36–37)
Jesús no
responde quién es el prójimo, sino quién fue
prójimo. El amor no se define: se encarna.
“Ve, y haz tú lo mismo.”
Reflexión final
Los que se
alejaron del herido —el sacerdote y el levita— no
fallaron por falta de conocimiento, sino por falta
de ética espiritual. Sabían la Ley, pero no
la vivieron. El samaritano, considerado impuro por los estándares
religiosos, cumplió el mandamiento del amor en
plenitud.
Jesús, con
esta parábola, expande el mandamiento de Levítico
19:18 hasta su máxima expresión:
- Ya no se trata de amar
solo al re'a (el cercano),
- Ni solo al ger (el extranjero residente),
- Sino incluso al enemigo, al desconocido, al herido que aparece en tu
camino.
El amor
cristiano no pregunta “¿Quién es mi prójimo?”, sino “¿Cómo
puedo ser prójimo para el que sufre?”
Podemos
definir la reciprocidad bíblica del
término רֵעַ (reʿa) como:
Una relación
ética y mutua entre personas que comparten responsabilidad, afecto, justicia y
cuidado dentro de una comunidad.
No se trata
solo de cercanía física o social, sino de una interacción
activa, donde cada parte tiene el deber de responder al otro con verdad,
compasión y respeto. En el pensamiento hebreo, esta reciprocidad es moral y espiritual, no simplemente emocional.
Características clave de esta reciprocidad:
- Mutualidad
de trato: El reʿa no es un extraño, sino
alguien con quien se comparte vida, decisiones y consecuencias.
- Responsabilidad
compartida: Amar al prójimo implica
corregirlo, protegerlo, no dañarlo ni aprovecharse de él.
- Confianza
ética: El vínculo entre reʿim se basa en la justicia, no
en el interés.
- Disponibilidad
activa: El prójimo es alguien a
quien puedes ayudar, y que también puede ayudarte.
Amar
al reʿa implica reconocer su
dignidad y corresponderle con justicia, verdad y misericordia.
Reʿa no es solo “otro”: es el otro con quien compartes
humanidad, deberes y vínculos éticos.
Éxodo 20:16–17 — Respeto mutuo
“No darás falso testimonio contra tu prójimo (reʿa). No codiciarás la casa de tu
prójimo…”
Aquí, reʿa es alguien con quien se comparte comunidad. El mandamiento presupone una
relación de confianza que puede romperse si no hay reciprocidad.
(reʿa)
implica
reciprocidad en el hebreo bíblico. Se refiere a una relación mutua entre personas que
comparten deberes, afecto o responsabilidad. Esta reciprocidad se evidencia en
múltiples
textos donde el trato hacia el reʿa exige respuesta ética, justicia y
compasión.
El
prójimo es con quien tenemos el deber de construir la confianza... Jeremías 9.4 “Guárdese
cada uno de su prójimo (reʿa), y en ningún
hermano tenga confianza…”
Aquí,
la reciprocidad se ha roto. El texto denuncia que el vínculo entre reʿim ya no es confiable, lo que
agrava el pecado social.
Proverbios 3:29 “No
maquines el mal contra tu prójimo (reʿa), que habita
confiado junto a ti.”
El reʿa vive cerca y confía. La traición
rompe esa reciprocidad. El texto presupone una relación de respeto mutuo.
Zacarías 8:17 — Justicia
entre prójimos
“No maquinen el mal en su corazón contra su prójimo (reʿa), ni amen el juramento falso…”
La justicia
entre reʿim (plural) depende de la reciprocidad
ética. El mandamiento exige integridad en la relación.
Levítico 19:17–18 — Corrección y amor mutuo
“No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; ciertamente reprenderás a tu
prójimo (reʿa), y no cargarás pecado por él… Amarás a tu prójimo como
a ti mismo.”
El amor al reʿa incluye corregirlo con justicia. Esto implica una relación activa, donde
ambas partes se afectan y se responsabilizan mutuamente.
La
reciprocidad del reʿa es el fundamento del mandamiento del amor en la Biblia. No es un amor
unilateral ni sentimental: Es una alianza
moral entre seres humanos que se reconocen como responsables unos de otros.
La
reciprocidad del reʿa implica no dañar, no mentir, no
codiciar, no aprovecharse del otro, y también amarlo como a uno mismo (Levítico
19:18).
Esta
reciprocidad no se basa en derechos individuales, sino en responsabilidades mutuas dentro
de una comunidad sagrada.
¿Cómo se
relaciona con los derechos humanos?
Similitudes:
- Dignidad
compartida: El mandamiento de amar
al prójimo reconoce que el otro tiene valor igual al propio.
- Protección
contra el abuso: Textos como Éxodo 23:4–5
y Proverbios 3:29 prohíben dañar al prójimo, incluso si es enemigo.
- Justicia
comunitaria: Zacarías 8:17 exige no
maquinar el mal contra el prójimo, lo que refleja una ética de
convivencia.
Diferencias:
- No es
universal en origen: El reʿa bíblico
comienza como un vínculo dentro del pueblo de Israel, no como derecho para
toda la humanidad.
- Basado en
deberes, no en derechos: La
Biblia habla más de lo que debes hacer por el otro, que de lo que el otro
puede exigir.
- Teocéntrico,
no secular: La reciprocidad del reʿa se
fundamenta en la obediencia a Dios, no en una carta de derechos civiles.
Jesús como
puente hacia la universalidad
Jesús transforma el concepto de reʿa al incluir al enemigo, al extranjero, al herido en el camino. Con la parábola del buen samaritano (Lucas 10), el prójimo deja de ser definido por pertenencia y pasa a ser definido por necesidad.
Después
de los horrores de la Segunda Guerra Mundial —el Holocausto, los campos de
concentración, las bombas atómicas— el mundo se enfrentó a una pregunta
urgente: ¿Cómo evitar que la
humanidad vuelva a caer en semejante barbarie?
En
1946, la recién creada Organización
de las Naciones Unidas encargó
a un comité redactar una carta que protegiera los derechos fundamentales de
todos los seres humanos.
Esto sí se acerca al espíritu de los derechos humanos:
Artículo 1 —
Dignidad, libertad e igualdad
“Todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los
otros.”
Este artículo establece la base
ética de los derechos humanos:
·
Igualdad en dignidad → como en Levítico 19:18: “como a ti mismo”
·
Conciencia y razón → como en la revelación
progresiva del amor en la Biblia
·
Fraternidad activa → como en la parábola del buen
samaritano: acercarse al herido, sin importar su origen
Aunque la Biblia no usa el
lenguaje de “derechos”, sí establece una ética que reconoce al otro como portador
de valor, y Jesús lleva esa
ética a su máxima expresión:
“Todo
lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros
con ellos.”
(Mateo 7:12)
Conclusión
La
reciprocidad del reʿa no es una doctrina de derechos humanos, pero es una semilla ética que los
anticipa. En la Biblia, el prójimo es alguien
a quien debes cuidar, corregir, proteger y amar. Jesús lleva esa semilla a su
plenitud: todo ser humano es tu prójimo, y el amor
es el derecho que nadie debe perder.
Cuando Jesús
enseñó “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:44) y redefinió al prójimo como todo ser humano en necesidad (Lucas 10:25–37), no
solo amplió un mandamiento: plantó una revolución
ética. Ya no se trataba de amar solo al cercano, al del mismo pueblo o
religión. Se trataba de reconocer la dignidad del
otro sin importar su origen, condición o conducta.
Este principio
—que cada persona merece ser amada, cuidada y respetada— trasciende la religión y se convierte en fundamento moral
universal. Y siglos después, cuando el mundo buscó una base común para
la convivencia tras las guerras y los horrores del siglo XX, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) recogió
esa semilla cristiana y la convirtió en norma global.
Influencia cristiana en la Carta de los Derechos Humanos
- Artículo 1: “Todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…”
- 🔹 Refleja la enseñanza de la biblia de que
todos los seres humanos somos linaje de Dios , sin distinción.
- Artículo 3: “Todo
individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona.”
- 🔹 En línea con el mandamiento de amar al
prójimo como a uno mismo (Levítico 19:18, Mateo 22:39).
- Artículo 18: “Toda
persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de
religión…”
- 🔹 Inspirado por la libertad espiritual que
Jesús ofrecía a todos, incluso a los marginados.
Hechos 17:28–29 “Porque en él vivimos, y nos
movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho:
‘Porque linaje suyo somos’. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que
la divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra…”
Pablo no está hablando solo a
creyentes judíos o cristianos, sino a filósofos paganos.
Cita a poetas griegos
(probablemente Arato o Cleantes) para afirmar
una verdad universal:
🔹 Todos
los seres humanos procedemos de Dios, vivimos en Él, y somos su linaje.
Esta afirmación trasciende la religión:
es una declaración de dignidad
ontológica.
🔹 No todos son hijos en el sentido
redentor (como en Juan 1:12), pero todos somos linaje en el sentido de origen y
pertenencia.
Muchos de los
redactores de la Carta —como René Cassin, Charles Malik o Eleanor Roosevelt— eran profundamente influenciados por valores
judeocristianos, y reconocían que la ética
cristiana del amor, la compasión y la justicia era esencial para
construir un mundo más humano.
Conclusión
Es una pena —y
una oportunidad— que muchos cristianos desconozcan que el
amor al prójimo no es solo una virtud personal, sino el corazón de una ética
global. Jesús no fundó una religión cerrada: fundó
una revolución moral que hoy sostiene los derechos de creyentes y no creyentes
por igual.
Recordar esto
no solo honra la fe, sino que reconecta el cristianismo con su vocación original: ser
luz para el mundo, sal para la tierra, y abrazo para todo ser humano.
Implicación
teológica
Este pasaje es clave para
fundamentar que:
- La imagen de Dios está en todos los seres
humanos (Génesis 1:27).
- La dignidad humana es
universal, no exclusiva de los
creyentes.
- El amor al prójimo se basa en reconocer que todos somos de Dios, no solo los que comparten nuestra fe.