domingo, 23 de noviembre de 2025

LA CERCANIA DE DIOS

 

LA CERCANIA DE DIOS

SERGIO SÁNCHEZ GARRIDO


Éxodo 2:11-15

Moisés huye de Egipto

11 En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos.

12 Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.

13 Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo?

14 Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto.

15 Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián.

 

Antes de la zarza ardiente, hubo otra llama que ardió en Moisés: la del impulso de justicia, la del deseo de intervenir, de mediar, de redimir. En Éxodo 2:11–15, lo vemos salir de la comodidad palaciega para mirar de frente la opresión de su pueblo. Pero lo que arde en él no es aún la llama de Dios, sino el fuego de su propia fuerza, de su propia estrategia. Y ese fuego, aunque sincero, lo consume.

Moisés quiso ser mediador, pero lo hizo a su manera. Su gesto fue violento, impulsivo, solitario. No hubo altar, ni comunidad, ni palabra divina. Solo arena, sangre y huida. El fracaso no fue solo externo: fue interior. Moisés no solo huyó de Egipto, huyó de sí mismo, de su vocación mal entendida, de su identidad dividida entre dos mundos.

¿Qué pasaba en su interior? Tal vez una mezcla de vergüenza, miedo, desilusión. Tal vez sintió que había perdido no solo su lugar en Egipto, sino también su posibilidad de ser útil a Dios. Los primeros 40 años se desvanecen como un sueño roto. Y los siguientes 40, en Madián, parecen un exilio voluntario, una renuncia silenciosa. Pero en ese silencio, Dios estaba preparando otra llama: una que no consume, una que llama por el nombre, una que revela que el fracaso no es el final, sino el umbral.

Preguntas para el corazón y el grupo

  • ¿Alguna vez sentiste que tu impulso por hacer el bien terminó en fracaso?

  • ¿Qué llama te ha consumido antes de que Dios te encendiera con la suya?

  • ¿Cómo vives tus propios “años en Madián”? ¿Como castigo, como pausa, como preparación?

  • ¿Qué parte de tu historia creías perdida y Dios quiere usar como semilla?

  • ¿Qué significa para ti que Dios te llame por tu nombre después del fracaso?

Éxodo 3:1-6

1 Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.

2 Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.

3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.

4 Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.

5 Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.

6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.

Ese “No te acerques” en Éxodo 3:5 parece contradictorio: Dios llama a Moisés por su nombre, lo invita a responder, pero luego le pone un límite. Sin embargo, este límite no niega la cercanía, sino que la define y protege.

Podríamos decir que Dios llama a la cercanía, pero en sus términos. No es una cercanía posesiva ni manipulable, sino una relación marcada por reverencia y gracia. El “no te acerques” es, en realidad, la puerta a una cercanía más profunda: la que nace del reconocimiento humilde de que estamos ante el Misterio Santo.

-Dios no se impone, sino que provoca la curiosidad de Moisés con un signo misterioso.

-La zarza ardiente es un recurso pedagógico: un fuego que atrae, pero que no destruye.

-Espiritualmente: Dios usa signos en nuestra vida que despiertan interés y nos invitan a acercarnos.

La transformación del fracaso

  • Los 40 años de silencio no fueron inútiles: fueron tiempo de formación interior.
  • El fracaso inicial de Moisés lo preparó para depender de Dios y no de su propia fuerza.
  • Espiritualmente: la cercanía de Dios muchas veces llega después de un tiempo de despojo y aprendizaje.

“La cercanía de Dios no se impone: se ofrece como misterio que despierta curiosidad y provoca decisión. El espacio entre Moisés y la zarza es el mismo que existe entre nuestra rutina y el encuentro con Dios. Cruzarlo es dejar que la iniciativa divina transforme nuestra fragilidad en misión.”

1-Dios toma la iniciativa en toda relación con los hombres, el delimita el nivel de cercanía de acuerdo a su santidad quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.

-El “no te acerques” subraya que la cercanía divina no es posesión humana ni algo trivial: es un misterio que exige reverencia.

-Dios no rechaza a Moisés, sino que lo educa: antes de entrar en intimidad, debe reconocer la diferencia entre lo humano y lo divino.

-Dios se acerca, pero no se banaliza. La cercanía divina es real, pero no elimina la trascendencia.

Estado externo de Moisés

  • Exiliado y apartado: Moisés había huido de Egipto tras matar al egipcio (Éxodo 2:15). Vivía lejos de su pueblo, en Madián.
  • Pastor de ovejas: No era ya príncipe de Egipto, sino un pastor al servicio de su suegro Jetro. Su vida se había vuelto sencilla, rutinaria, marcada por el cuidado del rebaño.
  • En el desierto: El texto subraya que llevó las ovejas “a través del desierto” y llegó al monte de Dios. El desierto simboliza soledad, prueba y despojo.

Estado interno de Moisés

  • Alejado de su misión original: Había intentado liberar a su pueblo por su propia fuerza y fracasó. Ahora parecía resignado a una vida distinta, sin protagonismo.
  • En transición y silencio: El pastoreo en el desierto refleja un tiempo de espera, de anonimato, de formación interior.
  • Disponible sin saberlo: Aunque Moisés no buscaba directamente a Dios, estaba en un estado de humildad y sencillez que lo hacía apto para recibir la revelación.

Significado espiritual

Moisés estaba lejos en el tiempo y en el espacio de la misión que Dios le había preparado. Sin embargo, es precisamente en ese estado de aparente alejamiento, rutina y silencio donde Dios se le acerca y lo llama por su nombre.

  • Dios lo encuentra en lo cotidiano (pastoreando).
  • Lo sorprende en lo inesperado (la zarza ardiente).
  • Lo transforma desde su fragilidad (ya no príncipe, sino pastor).

En resumen: Moisés estaba en un estado de exilio, anonimato y rutina, aparentemente lejos de Dios y de su misión, pero en realidad en el lugar perfecto para que Dios se le acercara y lo llamara.

El relato de Moisés en Éxodo 3 nos enseña que cuando Dios se acerca, no basta con recibir su cercanía como un gesto afectuoso: debemos reconocer que esa cercanía es santa y trascendente.

Claves espirituales

  • La cercanía de Dios es don y misterio: Él se acerca por iniciativa de su amor, pero no deja de ser el Dios Santo.
  • La respuesta humana es reverencia: Moisés se quita las sandalias, gesto de despojo y reconocimiento de que está en tierra santa.
  • La trascendencia no anula la cercanía: Dios se revela como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, vinculándose con la historia humana, pero al mismo tiempo exige respeto y temor reverente.
  • La paradoja del encuentro: Dios se acerca para hablar “cara a cara”, pero el hombre cubre su rostro porque no puede mirar directamente la gloria.

La santidad, en el tema de la cercanía a Dios, significa reconocer que su presencia no es común ni trivial, sino única, trascendente y transformadora.

Resumen breve

  • Separación y diferencia: Dios es el totalmente Otro, distinto de lo humano y lo creado.
  • Pureza y plenitud: Su cercanía revela luz, verdad y vida que no pueden mezclarse con lo profano.
  • Reverencia y respeto: Acercarse a Dios exige humildad, despojo y conciencia de estar en tierra santa.
  • Transformación: La santidad no aleja, sino que purifica y cambia al que recibe la cercanía divina.

En pocas palabras: la santidad en la cercanía de Dios es el misterio de un amor que se ofrece, pero que exige ser acogido con reverencia y apertura, porque su presencia nos transforma.

1 Pedro 1:15-16: “Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: ‘Sean santos, porque yo soy santo’.” Este pasaje muestra que la santidad es un atributo esencial de Dios y el modelo para la vida de su pueblo.

De hecho, nadie podrá ver a Dios sin vivir en santidad.

Hebreos 12:14 “Busquen la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”

Entonces podemos concluir que la santidad es el espacio que los creyentes debemos recorrer antes de acercarnos a Dios, quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.

Aunque escuchemos a Dios y el se nos acerque sin santidad no podremos verle ni hablar con Él.

2- Le llama por su nombre ¡Moisés, Moisés! Esto significa cercanía personal.

Significado espiritual del llamado por nombre

  • Cercanía personal: Dios no se dirige a Moisés de manera genérica, sino íntima. Lo llama por su nombre, mostrando que lo conoce profundamente. La cercanía divina no es abstracta, sino personal y concreta.
  • Reconocimiento de identidad: En la Biblia, el nombre representa la persona entera, su historia y misión. Al llamarlo, Dios reconoce y afirma la identidad de Moisés, incluso en su estado de exilio y aparente fracaso.
  • Vocación y misión: El doble llamado (“Moisés, Moisés”) subraya la seriedad y urgencia de la misión. Es el inicio de un nuevo capítulo en su vida: de pastor de ovejas a pastor de un pueblo.
  • Intimidad y diálogo: El llamado abre un espacio de encuentro. Moisés responde “Heme aquí”, expresión de disponibilidad y apertura. La relación se establece como diálogo entre Dios y su siervo.
  • Gracia inesperada: Moisés no estaba buscando a Dios en ese momento; estaba en su rutina. El llamado por nombre muestra que Dios toma la iniciativa y se acerca incluso cuando no lo esperamos.

Espiritualmente, que Dios llame por nombre significa que su cercanía es personal, transformadora y vocacional. No somos anónimos ante Él: nos conoce, nos busca, nos llama en lo cotidiano, y nos invita a entrar en comunión y misión.

“Cuando Dios se acerca, no llama a multitudes sin rostro: llama por nombre. Su cercanía es personal, reconoce nuestra historia y nos abre a una misión que transforma la vida.”

Los psicólogos y sociólogos señalan que escuchar nuestro propio nombre activa zonas específicas del cerebro relacionadas con la identidad, la atención y la emoción. Por eso, cuando alguien nos llama por nuestro nombre sentimos cercanía, reconocimiento y conexión personal

Lo que dicen la psicología y la neurociencia

  • Activación cerebral especial: Nuestro nombre es una “palabra privilegiada” para el cerebro. Al escucharlo, se activan áreas vinculadas con la identidad y la memoria autobiográfica.
  • Atención inmediata: Incluso en ambientes ruidosos, el cerebro detecta nuestro nombre con facilidad (efecto “fiesta de cóctel”). Es como un radar que nos despierta.
  • Conexión emocional: Escuchar el propio nombre genera una reacción afectiva, porque está ligado a nuestra historia y personalidad. Nos sentimos reconocidos y valorados.
  • Construcción social: Desde la sociología, el nombre es símbolo de pertenencia y relación. Usarlo en la interacción refuerza vínculos, personaliza la comunicación y evita la sensación de anonimato.
  • Neuromarketing y comunicación: Estudios muestran que usar el nombre en contextos de comunicación (educación, ventas, liderazgo) aumenta la confianza y la receptividad

Cuando Dios llama a Moisés por su nombre, no solo lo identifica: lo reconoce, lo valida y lo vincula personalmente. Lo que la psicología describe como activación de identidad y conexión emocional, en la experiencia bíblica se convierte en vocación y encuentro con el Misterio Santo.

·        Dios no llama genéricamente: llama por nombre.

·        Ese llamado despierta la atención, la confianza y la disponibilidad (“Heme aquí”).

·        Espiritualmente, escuchar nuestro nombre en la voz de Dios significa que somos conocidos, amados y llamados a una misión.

En pocas palabras: llamar a alguien por su nombre es un gesto que activa identidad, atención y vínculo; en la experiencia de fe, es también signo de la cercanía personal de Dios que nos busca y nos transforma.

3- Entre Dios y nosotros hay un espacio que solo es posible recorrerlo con un mínimo de curiosidad e interés. Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.

(Éxodo 3:3) muestra que la cercanía de Dios no se impone, sino que invita. Entre Dios y nosotros hay un espacio que se abre como misterio, y para recorrerlo hace falta un mínimo de curiosidad, interés y apertura interior. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.

Claves espirituales del pasaje

  • Curiosidad como puerta: Moisés no se conforma con ver la zarza; decide acercarse y “ver esta grande visión”. La curiosidad se convierte en disposición espiritual.
  • Interés que despierta encuentro: El gesto de Moisés muestra que la experiencia de Dios requiere atención, deseo de comprender, búsqueda activa.
  • Espacio de libertad: Dios no obliga; espera que Moisés dé un paso. Ese espacio entre la zarza y Moisés es el lugar de la decisión humana.
  • Encuentro transformador: Cuando Moisés se acerca, Dios lo llama por su nombre. La curiosidad inicial se convierte en diálogo y vocación.

La cercanía de Dios no es solo respuesta a nuestra búsqueda, sino iniciativa de su amor. Él se adelanta, se hace presente en el dolor, en la duda, en la rutina, incluso cuando no lo esperamos. Es un Dios que sorprende, que se ofrece como compañía y refugio.

El relato de Éxodo 3 cobra más fuerza cuando lo leemos en contraste con los 40 años previos de Moisés en Madián, donde parecía alejado de Dios y de su misión.

Lo que impidió a Moisés acercarse a Dios durante 40 años

  1. El peso de la culpa: había matado al egipcio y huido (Éxodo 2:12-15). La culpa y el miedo lo alejaron de su vocación.
  2. El exilio geográfico: vivía en Madián, lejos de su pueblo y de la tierra de la promesa. La distancia física reflejaba también una distancia espiritual.
  3. La rutina del pastoreo: su vida se volvió simple y repetitiva, centrada en cuidar ovejas. La rutina puede adormecer la sensibilidad espiritual.
  4. La pérdida de identidad: de príncipe en Egipto pasó a ser extranjero y pastor. Esa caída social pudo hacerle sentir que ya no era instrumento de Dios.
  5. El silencio interior: Moisés no aparece buscando a Dios activamente en esos años; más bien vivía en anonimato y espera.
  6. El miedo al fracaso: su intento de liberar a Israel por su propia fuerza había terminado en fracaso. Ese recuerdo pudo paralizarlo.

¿Por qué ahora cruza el espacio hacia la zarza?

  1. La curiosidad despierta: “Iré yo ahora y veré esta grande visión” (Éxodo 3:3). La curiosidad es la chispa que lo mueve a salir de la rutina.
  2. El misterio lo atrae: la zarza ardía pero no se consumía. Ese signo lo invita a acercarse, a cruzar el espacio entre lo cotidiano y lo sagrado.
  3. La disposición interior: después de años de silencio y humildad, Moisés está más receptivo. Su corazón quebrantado lo hace apto para escuchar.
  4. La iniciativa divina: es Dios quien se acerca primero, quien enciende la zarza y lo llama por su nombre. Moisés responde porque Dios lo provoca.
  5. El momento de misión: los 40 años fueron tiempo de formación y despojo. Ahora Dios lo llama porque está preparado para ser enviado.

Durante 40 años Moisés estuvo lejos por culpa, miedo, rutina y exilio. Pero ahora, al ver la zarza, se atreve a cruzar el espacio porque la curiosidad, el misterio y la iniciativa divina despiertan su corazón. La cercanía de Dios rompe la distancia y lo transforma en instrumento de liberación.

El espacio como símbolo espiritual

  • Ese “espacio” entre Moisés y la zarza representa la distancia entre lo humano y lo divino.
  • No es un espacio físico solamente, sino existencial: la distancia de la culpa, el miedo, la rutina, la falta de búsqueda.
  • Cruzar ese espacio significa atreverse a entrar en el misterio, dejar la pasividad y responder al llamado.

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