LA CERCANIA DE DIOS
SERGIO SÁNCHEZ GARRIDO
Éxodo 2:11-15
Moisés huye de Egipto
11 En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los
vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los
hebreos, sus hermanos.
12 Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al
egipcio y lo escondió en la arena.
13 Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que
maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo?
14 Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre
nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo,
y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto.
15 Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés
huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián.
Antes de la zarza ardiente, hubo otra llama que ardió en Moisés: la del
impulso de justicia, la del deseo de intervenir, de mediar, de redimir. En
Éxodo 2:11–15, lo vemos salir de la comodidad palaciega para mirar de frente la
opresión de su pueblo. Pero lo que arde en él no es aún la llama de Dios, sino
el fuego de su propia fuerza, de su propia estrategia. Y ese fuego, aunque
sincero, lo consume.
Moisés quiso ser mediador, pero lo hizo a su manera. Su gesto fue violento,
impulsivo, solitario. No hubo altar, ni comunidad, ni palabra divina. Solo
arena, sangre y huida. El fracaso no fue solo externo: fue interior. Moisés no
solo huyó de Egipto, huyó de sí mismo, de su vocación mal entendida, de su
identidad dividida entre dos mundos.
¿Qué pasaba en su interior? Tal vez una mezcla de vergüenza, miedo,
desilusión. Tal vez sintió que había perdido no solo su lugar en Egipto, sino
también su posibilidad de ser útil a Dios. Los primeros 40 años se desvanecen
como un sueño roto. Y los siguientes 40, en Madián, parecen un exilio
voluntario, una renuncia silenciosa. Pero en ese silencio, Dios estaba
preparando otra llama: una que no consume, una que llama por el nombre, una que
revela que el fracaso no es el final, sino el umbral.
Preguntas para el corazón y el grupo
¿Alguna vez sentiste que tu impulso por hacer el bien terminó en fracaso?
¿Qué llama te ha consumido antes de que Dios te encendiera con la suya?
¿Cómo vives tus propios “años en Madián”? ¿Como castigo, como pausa, como preparación?
¿Qué parte de tu historia creías perdida y Dios quiere usar como semilla?
¿Qué significa para ti que Dios te llame por tu nombre después del fracaso?
Éxodo 3:1-6
1 Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián,
llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.
2 Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una
zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa
la zarza no se quema.
4 Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y
dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
5 Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra
santa es.
6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios
de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
Ese “No te acerques” en Éxodo 3:5
parece contradictorio: Dios llama a Moisés por su nombre, lo invita a
responder, pero luego le pone un límite. Sin embargo, este límite no niega la
cercanía, sino que la define y protege.
Podríamos decir que Dios llama a la cercanía, pero en sus términos.
No es una cercanía posesiva ni manipulable, sino una relación marcada por
reverencia y gracia. El “no te acerques” es, en realidad, la puerta a una
cercanía más profunda: la que nace del reconocimiento humilde de que estamos
ante el Misterio Santo.
-Dios no se impone, sino que provoca la curiosidad
de Moisés con un signo misterioso.
-La zarza ardiente es un recurso pedagógico: un fuego que atrae, pero que no
destruye.
-Espiritualmente: Dios usa signos en nuestra vida que despiertan interés y
nos invitan a acercarnos.
La
transformación del fracaso
- Los 40
años de silencio no fueron inútiles: fueron tiempo de formación
interior.
- El
fracaso inicial de Moisés lo preparó para depender de Dios y no de su
propia fuerza.
- Espiritualmente:
la cercanía de Dios muchas veces llega después de un tiempo de despojo y
aprendizaje.
“La cercanía de Dios no se
impone: se ofrece como misterio que despierta curiosidad y provoca decisión. El
espacio entre Moisés y la zarza es el mismo que existe entre nuestra rutina y
el encuentro con Dios. Cruzarlo es dejar que la iniciativa divina transforme
nuestra fragilidad en misión.”
1-Dios toma la iniciativa en toda relación con los
hombres, el
delimita el nivel de cercanía de acuerdo a su santidad quita tu calzado de tus pies,
porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
-El
“no te acerques” subraya que la cercanía divina no es posesión humana ni algo
trivial: es un misterio que exige reverencia.
-Dios
no rechaza a Moisés, sino que lo educa: antes de entrar en intimidad, debe
reconocer la diferencia entre lo humano y lo divino.
-Dios
se acerca, pero no se banaliza. La cercanía divina es real, pero no elimina la
trascendencia.
Estado externo
de Moisés
- Exiliado
y apartado: Moisés había huido de Egipto tras matar al
egipcio (Éxodo 2:15). Vivía lejos de su pueblo, en Madián.
- Pastor de
ovejas: No era ya príncipe de Egipto, sino un
pastor al servicio de su suegro Jetro. Su vida se había vuelto sencilla,
rutinaria, marcada por el cuidado del rebaño.
- En el
desierto: El texto subraya que llevó las ovejas “a
través del desierto” y llegó al monte de Dios. El desierto simboliza
soledad, prueba y despojo.
Estado interno
de Moisés
- Alejado
de su misión original: Había intentado liberar a su pueblo por su
propia fuerza y fracasó. Ahora parecía resignado a una vida distinta, sin
protagonismo.
- En
transición y silencio: El pastoreo en el desierto refleja un
tiempo de espera, de anonimato, de formación interior.
- Disponible
sin saberlo: Aunque Moisés no buscaba directamente a
Dios, estaba en un estado de humildad y sencillez que lo hacía apto para
recibir la revelación.
Significado
espiritual
Moisés estaba lejos en el tiempo y en el
espacio de la misión que Dios le había preparado. Sin embargo, es
precisamente en ese estado de aparente alejamiento, rutina y silencio donde
Dios se le acerca y lo llama por su nombre.
- Dios lo
encuentra en lo cotidiano (pastoreando).
- Lo
sorprende en lo inesperado (la zarza ardiente).
- Lo
transforma desde su fragilidad (ya no príncipe, sino pastor).
En
resumen: Moisés estaba en un estado de exilio, anonimato y rutina,
aparentemente lejos de Dios y de su misión, pero en realidad en el lugar
perfecto para que Dios se le acercara y lo llamara.
El
relato de Moisés en Éxodo 3 nos enseña que cuando Dios se acerca, no basta con
recibir su cercanía como un gesto afectuoso: debemos reconocer que esa cercanía
es santa y trascendente.
Claves
espirituales
- La
cercanía de Dios es don y misterio: Él se
acerca por iniciativa de su amor, pero no deja de ser el Dios Santo.
- La
respuesta humana es reverencia: Moisés se quita las sandalias, gesto de
despojo y reconocimiento de que está en tierra santa.
- La
trascendencia no anula la cercanía: Dios se
revela como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, vinculándose con la
historia humana, pero al mismo tiempo exige respeto y temor reverente.
- La
paradoja del encuentro: Dios se acerca para hablar “cara a cara”,
pero el hombre cubre su rostro porque no puede mirar directamente la
gloria.
La santidad, en el tema de la cercanía a
Dios, significa reconocer que su presencia no es común ni trivial, sino única,
trascendente y transformadora.
Resumen breve
- Separación
y diferencia: Dios es el totalmente Otro, distinto de lo
humano y lo creado.
- Pureza y
plenitud: Su cercanía revela luz, verdad y vida que
no pueden mezclarse con lo profano.
- Reverencia
y respeto: Acercarse a Dios exige humildad, despojo y
conciencia de estar en tierra santa.
- Transformación: La
santidad no aleja, sino que purifica y cambia al que recibe la cercanía
divina.
En pocas palabras: la santidad en la cercanía de Dios es el misterio de un amor que se ofrece,
pero que exige ser acogido con reverencia y apertura, porque su presencia nos
transforma.
1 Pedro 1:15-16: “Más bien, sean ustedes
santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está
escrito: ‘Sean santos, porque yo soy santo’.” Este
pasaje muestra que la santidad es un atributo esencial de Dios y el modelo para
la vida de su pueblo.
De
hecho, nadie podrá ver a Dios sin vivir en santidad.
Hebreos 12:14 – “Busquen la paz con todos y la santidad, sin la
cual nadie verá al Señor.”
Entonces
podemos concluir que la santidad es el espacio que los creyentes debemos
recorrer antes de acercarnos a Dios, quita tu calzado de tus pies,
porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
Aunque escuchemos a Dios y el
se nos acerque sin santidad no podremos verle ni hablar con Él.
2- Le llama por su nombre ¡Moisés, Moisés! Esto significa cercanía
personal.
Significado
espiritual del llamado por nombre
- Cercanía personal: Dios no se dirige a
Moisés de manera genérica, sino íntima. Lo llama por su nombre, mostrando
que lo conoce profundamente. La cercanía divina no es abstracta, sino
personal y concreta.
- Reconocimiento
de identidad: En la Biblia, el nombre representa la persona entera, su historia y misión.
Al llamarlo, Dios reconoce y afirma la identidad de Moisés, incluso en su
estado de exilio y aparente fracaso.
- Vocación
y misión: El doble llamado (“Moisés, Moisés”)
subraya la seriedad y urgencia de la misión. Es el inicio de un nuevo
capítulo en su vida: de pastor de ovejas a pastor de un pueblo.
- Intimidad
y diálogo: El llamado abre un espacio de encuentro.
Moisés responde “Heme aquí”, expresión de
disponibilidad y apertura. La relación se establece como diálogo entre Dios y su siervo.
- Gracia
inesperada: Moisés no estaba buscando a Dios en ese
momento; estaba en su rutina. El llamado por nombre muestra que Dios toma
la iniciativa y se acerca incluso cuando no lo esperamos.
Espiritualmente, que Dios llame
por nombre significa que su cercanía es personal,
transformadora y vocacional. No somos anónimos ante Él: nos
conoce, nos busca, nos llama en lo cotidiano, y nos invita a entrar en comunión
y misión.
“Cuando Dios se acerca, no llama
a multitudes sin rostro: llama por nombre. Su cercanía es personal, reconoce
nuestra historia y nos abre a una misión que transforma la vida.”
Los psicólogos y sociólogos
señalan que escuchar nuestro propio nombre activa zonas específicas del cerebro
relacionadas con la identidad, la atención y la emoción. Por eso, cuando
alguien nos llama por nuestro nombre sentimos cercanía, reconocimiento y conexión
personal
Lo que dicen
la psicología y la neurociencia
- Activación
cerebral especial: Nuestro nombre es una “palabra privilegiada” para el cerebro.
Al escucharlo, se activan áreas vinculadas con la identidad y la memoria
autobiográfica.
- Atención inmediata: Incluso en ambientes
ruidosos, el cerebro detecta nuestro nombre con facilidad (efecto “fiesta
de cóctel”). Es como un radar que nos despierta.
- Conexión emocional: Escuchar el propio
nombre genera una reacción afectiva, porque está ligado a nuestra historia
y personalidad. Nos sentimos reconocidos y valorados.
- Construcción social: Desde la sociología, el
nombre es símbolo de pertenencia y relación. Usarlo en
la interacción refuerza vínculos, personaliza la comunicación y evita la
sensación de anonimato.
- Neuromarketing y comunicación: Estudios muestran que
usar el nombre en contextos de comunicación (educación, ventas, liderazgo)
aumenta la confianza y la receptividad
Cuando Dios llama a Moisés por su nombre, no solo lo identifica: lo
reconoce, lo valida y lo vincula personalmente. Lo que la
psicología describe como activación de identidad y conexión emocional, en la
experiencia bíblica se convierte en vocación y encuentro
con el Misterio Santo.
·
Dios no llama genéricamente: llama por nombre.
·
Ese llamado despierta la atención, la confianza
y la disponibilidad (“Heme aquí”).
·
Espiritualmente, escuchar nuestro nombre en la
voz de Dios significa que somos conocidos, amados y llamados a una misión.
En pocas palabras: llamar a alguien por su nombre es un gesto que
activa identidad, atención y vínculo; en la experiencia de fe, es también signo
de la cercanía personal de Dios que nos busca y nos transforma.
3- Entre Dios
y nosotros hay un espacio que solo es posible recorrerlo con un mínimo de
curiosidad e interés. Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
(Éxodo 3:3) muestra que la cercanía de Dios no se impone,
sino que invita. Entre Dios y nosotros hay un espacio que se abre como
misterio, y para recorrerlo hace falta un mínimo de curiosidad, interés y apertura interior.
Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué
causa la zarza no se quema.
Claves
espirituales del pasaje
- Curiosidad como puerta: Moisés no se conforma
con ver la zarza; decide acercarse y “ver esta grande visión”. La
curiosidad se convierte en disposición espiritual.
- Interés
que despierta encuentro: El gesto de Moisés muestra que la
experiencia de Dios requiere atención,
deseo de comprender, búsqueda activa.
- Espacio
de libertad: Dios no
obliga; espera que Moisés dé un paso.
Ese espacio entre la zarza y Moisés es el lugar de la decisión
humana.
- Encuentro
transformador: Cuando Moisés se acerca, Dios lo llama por
su nombre. La curiosidad inicial se
convierte en diálogo y vocación.
La cercanía de Dios no es solo
respuesta a nuestra búsqueda, sino iniciativa de su amor. Él se adelanta, se
hace presente en el dolor, en la duda, en la rutina, incluso cuando no lo
esperamos. Es un Dios que sorprende, que se ofrece como compañía y refugio.
El relato de Éxodo 3 cobra más
fuerza cuando lo leemos en contraste con los 40 años
previos de Moisés en Madián, donde parecía alejado de Dios y de
su misión.
Lo que impidió
a Moisés acercarse a Dios durante 40 años
- El peso
de la culpa: había matado al egipcio y huido (Éxodo
2:12-15). La culpa y el miedo lo alejaron de su vocación.
- El exilio
geográfico: vivía en Madián, lejos de su pueblo y de
la tierra de la promesa. La distancia física reflejaba también una
distancia espiritual.
- La rutina
del pastoreo: su vida se volvió simple y repetitiva,
centrada en cuidar ovejas. La rutina puede adormecer la sensibilidad
espiritual.
- La
pérdida de identidad: de príncipe en Egipto pasó a ser
extranjero y pastor. Esa caída social pudo hacerle sentir que ya no era
instrumento de Dios.
- El
silencio interior: Moisés no aparece buscando a Dios
activamente en esos años; más bien vivía en anonimato y espera.
- El miedo
al fracaso: su intento de liberar a Israel por su
propia fuerza había terminado en fracaso. Ese recuerdo pudo paralizarlo.
¿Por qué ahora
cruza el espacio hacia la zarza?
- La curiosidad despierta: “Iré yo
ahora y veré esta grande visión” (Éxodo 3:3). La curiosidad es la chispa
que lo mueve a salir de la rutina.
- El misterio lo atrae: la
zarza ardía pero no se consumía. Ese signo lo invita a acercarse, a cruzar
el espacio entre lo cotidiano y lo sagrado.
- La disposición interior: después
de años de silencio y humildad, Moisés está más receptivo. Su corazón
quebrantado lo hace apto para escuchar.
- La iniciativa divina: es Dios
quien se acerca primero, quien enciende la zarza y lo llama por su nombre.
Moisés responde porque Dios lo provoca.
- El momento de misión: los 40 años fueron tiempo de formación y
despojo. Ahora Dios lo llama porque está preparado para ser enviado.
Durante 40 años Moisés estuvo lejos por culpa, miedo, rutina y
exilio. Pero ahora, al ver la zarza, se atreve a cruzar el
espacio porque la curiosidad, el misterio y la
iniciativa divina despiertan su corazón. La cercanía de Dios
rompe la distancia y lo transforma en instrumento de liberación.
El espacio
como símbolo espiritual
- Ese
“espacio” entre Moisés y la zarza representa la distancia entre lo
humano y lo divino.
- No es un
espacio físico solamente, sino existencial: la distancia de la culpa, el
miedo, la rutina, la falta de búsqueda.
- Cruzar
ese espacio significa atreverse a entrar en el misterio, dejar la
pasividad y responder al llamado.

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