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viernes, 7 de noviembre de 2025

Emuná: la fe que camina


En hebreo, la palabra para fe no es “creencia” en el sentido abstracto. Es emuná (אֱמוּנָה), que viene de la raíz aman (אָמַן), la misma que se usa para “amén” — que así sea, confío, me afirmo. La emuná no es una emoción, es una postura del alma: caminar, aunque no se vea el camino.

“El justo por su fe vivirá.”Habacuc 2:4

Pero esa fe no es pasiva. No es sentarse a esperar que Dios actúe. Es levantarse cada mañana y decir: “Hoy también confío.”

Este tríptico de gestos —caminar, esperar, confiar— es una síntesis poética y teológica de lo que significa vivir la emuná (אֱמוּנָה), esa fe bíblica que no se reduce a creer, sino que se expresa en movimiento, en paciencia, en entrega.

Tres gestos de emuná

1-Caminar — como Abraham, que salió sin saber a dónde iba

(Génesis 12:1). Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.

·        Emuná comienza con un paso sin mapa. Abraham no recibe coordenadas, sino una promesa.

·        Caminar en fe es soltar seguridades, dejar atrás lo conocido, y confiar en una voz que guía desde el misterio.

·        En hebreo, “Lej lejá” (לֶךְ־לְךָ) puede traducirse como ve hacia ti mismo — una peregrinación interior tanto como geográfica.

La fe no es saber a dónde vas, sino saber con quién caminas.

Proverbios 4:25 Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante (lenojaj).

Lenojaj — ¿“de frente” o “hacia ti mismo”?

Aquí está el giro interpretativo que hace este texto tan especial:

  • La palabra hebrea לְנֹכַח (lenojaj) puede traducirse como “de frente”, pero también como “hacia ti mismo”.
  • Si se lee así, el versículo adquiere un sentido más introspectivo:

“Que tus ojos te miren a ti mismo.”

Lej lejá” (לֶךְ־לְךָ) tiene una riqueza interpretativa que va mucho más allá de la simple traducción “Vete” o “Sal de tu tierra”. En la tradición judía, especialmente en la exégesis rabínica, esta frase se entiende como un llamado profundo a la transformación interior.

Texto original: Génesis 12:1 “Y dijo el Eterno a Abram: Lej lejá de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.”

Traducción literal:

  • לֶךְ (lej): “Ve” o “Camina”
  • לְךָ (lejá): “Para ti” o “Hacia ti”

Interpretación rabínica: “Ve hacia ti mismo”

En la tradición judía —especialmente en el Midrash y en enseñanzas jasídicas— esta frase se lee como:

“Ve hacia ti mismo” — una peregrinación interior.

¿Qué implica esta lectura?

  • No es solo un viaje geográfico, sino un llamado a descubrir la verdad de tu ser.
  • Abraham no solo deja su tierra, deja su historia, su cultura, su identidad heredada, para convertirse en lo que Dios le llama a ser.
  • El viaje es existencial: abandonar lo que te define externamente para encontrar lo que te define espiritualmente.

“Lej lejá” es el primer paso de la fe que camina: no hacia un lugar, sino hacia una vocación.

Diferencia con la lectura “gentil” o literal

En muchas traducciones cristianas, el énfasis está en el movimiento físico:

“Vete de tu tierra…” Esto es correcto, pero pierde la dimensión introspectiva que los sabios judíos destacan.

La tradición hebrea ve en este versículo:

  • Un llamado a la autenticidad: dejar lo que otros esperan de ti.
  • Un llamado a la libertad espiritual: romper con lo heredado para abrirse a lo revelado.
  • Un llamado a la fe activa: caminar sin saber, pero sabiendo que el camino te transforma.


Aplicación para Emuná: la fe que camina

Este versículo puede ser el punto de partida de nuestro estudio:

  • ¿Qué significa “caminar hacia uno mismo” en tiempos de dolor, duda o cambio?
  • ¿Qué cosas debo dejar atrás para encontrar mi vocación espiritual?
  • ¿Cómo se ve hoy el “lej lejá” en nuestras vidas?

La fe que camina no busca destino, busca identidad. Y en el camino, Dios se revela.

¿Qué implica esto?

  • En vez de mirar los defectos de los demás, mírate a ti.
  • Observas tus propias fallas, tus motivaciones, tus sombras.
  • Es una invitación a la auto examinación humilde, no a la crítica externa.

Un comentario rabínico dice que mantener este versículo escrito en un papelito frente a ti mientras conversas con otros nos ayudará en nuestras relaciones con los demás.

·        Porque nos recuerda que no debemos juzgar ni sentirsnos superior.

·        Nos ayuda a evitar el orgullo, a mantenernos presente y humilde.

Este versículo puede ser una guía para los momentos de dolor y conflicto:

·        Cuando estamos heridos, es fácil mirar hacia afuera y culpar.

·        Pero Salomón nos invita a mirar hacia adentro, no para culparnos, sino para reconocernos.

·        La honestidad con uno mismo es el primer paso hacia la sanación, la reconciliación y la fe.

“Que tus ojos te busquen a ti.” Porque en ti también habita la imagen de Dios, incluso en medio de la fractura.

Proverbios 4:25 “Que tus ojos te miren a ti mismo, y que tus párpados se dirijan hacia lo que hay dentro de ti.”

Esta lectura transforma el versículo en una guía para la introspección:

·        En momentos de juicio, recuerda mirar hacia ti.

·        En momentos de orgullo, recuerda tus propias fragilidades.

·        En momentos de dolor, reconoce lo que se mueve dentro antes de buscar fuera.

La sabiduría comienza cuando los ojos dejan de buscar culpables y empiezan a buscar verdad.

La trampa del cojo


Un judío cabalgaba hacia la ciudad cuando encontró a un mendigo cojo que le pidió ayuda. Primero le dio unas monedas, pero el cojo insistió: “Llévame contigo, no puedo caminar solo.”

El hombre, compasivo, lo subió al caballo y le dio las riendas, sentándose él detrás. Al llegar a la ciudad, el cojo gritó: “Este hombre quiere robarme el caballo. Yo lo traje hasta aquí.”

La gente creyó al cojo, y el judío tuvo que acudir al juez. El juez dijo: “Sé que el caballo es tuyo, pero tú mismo lo pusiste delante y le diste las riendas. No puedo ayudarte.

Génesis 17:1 “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto.”

El hombre justo cede las riendas al cojo por compasión, pero termina perdiendo el control. El juez reconoce la verdad, pero no puede actuar porque las señales externas muestran quién iba delante.

  • Caminar con Dios no es solo avanzar, es discernir quién guía tu viaje.
  • “Anda delante de mí” es el llamado a poner el espíritu al frente, no como pasajero, sino como conductor.
  • “Sé perfecto” es la invitación a una fe íntegra, que no negocia su dirección por comodidad.

La fe que camina no se mide por velocidad, sino por fidelidad. Y quien camina delante de Dios, no se pierde, aunque no vea todo el mapa.

Así también en la vida espiritual: si el alma cede el control al ego, aunque diga que camina con Dios, la evidencia muestra otra cosa.

En el camino de la fe, no basta con avanzar, hay que decidir quién lleva las riendas. Si dejamos que el miedo, el ego o el materialismo guíen nuestro andar, terminamos perdiendo el rumbo, aunque tengamos buenas intenciones.

La fe que camina es aquella que pone al espíritu delante, y no lo deja ceder el control. Caminar con Dios es confiar, pero también discernir quién guía tu viaje.

2-Esperar — como Ana, que oró en silencio por un hijo (1 Samuel 1:10–13). ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.

11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza. 

12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella.

13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria.

“Ella, con amargura de alma, oró al Señor y lloró abundantemente… pero su voz no se oía.”

·        Ana encarna la fe silenciosa, la que no grita, pero no se rinde.

·        Su espera no es pasiva: es oración persistente, vulnerabilidad ofrecida, esperanza que se rehúsa a morir.

·        El sacerdote Elí la malinterpreta, como suele pasar con quienes oran desde lo profundo. Pero Dios la escucha.

La fe es esperar cuando nadie más entiende tu espera.

El reloj sin manecillas


Un joven entró a una antigua sinagoga buscando consuelo. Estaba cansado de orar sin respuestas, de esperar sin señales. Se sentó bajo un reloj viejo, colgado en lo alto, y notó algo extraño: no tenía manecillas.

Molesto, fue a ver al anciano cuidador del lugar y le dijo: —¿Cómo pueden tener un reloj que no marca la hora? ¿De qué sirve?

El anciano sonrió y respondió: —Ese reloj está ahí para recordarnos que Dios no se rige por nuestro tiempo. Cuando oramos, queremos respuestas inmediatas. Pero a veces, el cielo responde fuera del horario que esperamos. Ese reloj nos enseña a confiar, incluso cuando no sabemos “qué hora es”.

El joven volvió a sentarse. Esta vez, no pidió nada. Solo se quedó en silencio, sabiendo que su espera también era oración.

Moraleja para Emuná: la fe que camina

  • La fe que espera no exige relojes, porque sabe que el tiempo de Dios no es el nuestro.
  • A veces, el silencio no es ausencia, sino una pausa sagrada.
  • Esperar es también caminar con los ojos cerrados, pero el corazón abierto.

La fe que camina no siempre sabe cuándo llegará la respuesta, pero sigue caminando igual.

3-Confiar — como Jesús en Getsemaní: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.

·        Aquí la emuná alcanza su expresión más radical: confiar en medio del dolor, sin garantías.

·        Jesús no niega su angustia, la presenta. No exige, se entrega.

·        Esta confianza no es resignación, es comunión: una voluntad humana que se une a la divina en el crisol del sufrimiento.

La fe es confiar incluso cuando el camino atraviesa la cruz.

Vicisitudes en el camino de Abraham por fe

  • Dejar su tierra natal (Génesis 12:1) Abandonó Ur y Harán sin saber adónde iba, confiando solo en la promesa divina.
  • Hambre en la tierra prometida (Génesis 12:10) Al llegar a Canaán, enfrentó una gran hambruna y tuvo que descender a Egipto.
  • Peligro en Egipto (Génesis 12:11–20) Temió por su vida y ocultó que Sara era su esposa, lo que provocó una crisis con el faraón.
  • Conflicto con Lot (Génesis 13:5–11) La tierra no podía sostener a ambos, y tuvo que separarse de su sobrino amado.
  • Guerra para rescatar a Lot (Génesis 14:14–16) Enfrentó reyes poderosos para liberar a su familia, arriesgando todo por amor.
  • Esperar un hijo por décadas (Génesis 15:2–6) Vivió la angustia de la esterilidad, y creyó en la promesa de descendencia contra toda lógica.
  • Tensión familiar por Ismael (Génesis 16) Tuvo un hijo con Agar, lo que trajo dolor, celos y división en su hogar.
  • Circuncisión como pacto (Génesis 17:9–14) Recibió el mandato de marcar su cuerpo como señal de fe, en edad avanzada.
  • Interceder por Sodoma (Génesis 18:22–33) Se atrevió a dialogar con Dios por los justos, mostrando compasión y valentía.
  • Expulsar a Agar e Ismael (Génesis 21:9–14) Tuvo que despedir a su hijo, confiando en que Dios cuidaría de él.
  • El sacrificio de Isaac (Génesis 22:1–14) La prueba más extrema: ofrecer a su hijo amado, creyendo que Dios proveería.

Cada una de estas pruebas revela un aspecto de emuná (FE). Es un error muy extendido el creer que la fe evita las vicisitudes de la vida.

Es el apóstol Pablo quien mejor lo define...

Romanos 8:26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

El crisol de las tres relaciones

Había una vez un hombre llamado Elías, que vivía en una aldea rodeada de montañas. Era conocido por su sabiduría tranquila y su fe sencilla. Pero un día, todo cambió: una tormenta destruyó su casa, su campo se secó, y sus amigos comenzaron a alejarse. Elías se sintió solo, confundido, y comenzó a preguntarse si Dios lo había olvidado.

Una noche, mientras dormía bajo un árbol, soñó que estaba dentro de un crisol ardiente. Tres llamas lo rodeaban, cada una con un rostro distinto.

La primera llama le habló con voz interior: “Soy la prueba que te revela. Te mostraré quién eres cuando todo se quema.” Y Elías vio su miedo, su orgullo, su fragilidad. Pero también vio su fuerza, su ternura, su capacidad de resistir.

La prueba lo conectó consigo mismo. Lo hizo verdadero.

La segunda llama le habló con voz de otros: “Soy la prueba que te vincula. Te mostraré quién está contigo cuando no queda nada.” Y Elías recordó a quienes lo habían herido, pero también a quienes lo habían sostenido. Aprendió a pedir ayuda, a perdonar, a acompañar sin juicio.

La prueba lo conectó con los demás. Lo hizo humilde.

La tercera llama le habló con voz de misterio: “Soy la prueba que te une al Eterno. Te mostraré que incluso en el silencio, Dios está.” Y Elías, en medio del fuego, sintió una paz que no venía de respuestas, sino de presencia.

La prueba lo conectó con Dios. Lo hizo confiado.

Cuando despertó, la tormenta había cesado. Su casa seguía destruida, pero su alma estaba reconstruida. Ya no temía las pruebas, porque había comprendido que no venían a romperlo, sino a revelarlo.

Desde entonces, cada vez que alguien sufría, Elías les decía: “No estás solo. Estás en el crisol. Y el fuego no te consume: te transforma.”

Tres pruebas, tres materiales, tres relaciones

1. El lino que se golpea — la relación con uno mismo

El lino, antes de convertirse en tela fina, debe ser golpeado, sacudido, despojado de impurezas. Así también el alma: las pruebas que nos confrontan con nosotros mismos —nuestras debilidades, miedos, heridas— son como golpes que purifican.

“El alma se fortalece cuando se atreve a mirarse sin máscaras.” Estas pruebas nos enseñan humildad, autenticidad, y nos invitan a crecer en verdad interior.

2. El fuego que refina — la relación con los demás

El oro se purifica en el fuego, y el barro se endurece en el horno. Las relaciones humanas también se prueban en el calor del conflicto, la pérdida, la traición o el sacrificio.

“El fuego no destruye el vínculo verdadero, lo revela.” Estas pruebas nos enseñan a amar sin condiciones, a perdonar, a acompañar en el dolor.

3. El cuenco de barro — la relación con Dios

El cuenco, antes de contener, debe ser moldeado y cocido. Así también la fe: antes de sostener la presencia divina, debe pasar por el crisol del silencio, la espera, la entrega.

“Dios no busca recipientes perfectos, sino corazones dispuestos.” Estas pruebas nos enseñan a confiar sin ver, a orar sin respuestas, a permanecer en la noche.

Aplicación espiritual

Un buen observador bíblico, enseña que las pruebas no son castigos, sino procesos de formación. Cada una fortalece una dimensión del alma:

  • El lino golpeado nos hace íntegros.
  • El fuego ardiente nos hace compasivos.
  • El cuenco cocido nos hace receptivos a Dios.

“No temas el golpe, ni el fuego, ni el horno. Son las manos del Alfarero que te prepara para contener su luz.”

La Biblia ilumina estas tres relaciones como pilares del crecimiento espiritual: el cuidado interior, la comunión con los demás y la intimidad con Dios. Aquí tienes textos clave que reflejan cada dimensión.

EL NAUFRAGO


 El único sobreviviente de un naufragio fue visto sobre una pequeña isla inhabitada. El estaba orando fervientemente, pidiendo a DIOS que lo rescatara, todos los días revisaba el horizonte buscando ayuda, pero esta nunca llegaba. Cansado, eventualmente empezó a construir una pequeña cabaña para protegerse, y proteger sus pocas posesiones.

Pero entonces un día, después de andar buscando comida, Él regreso y encontró la pequeña choza en llamas, el humo subía hacia el cielo. Lo peor que había pasado, es que todas las cosas las había perdido. Estaba confundido y enojado con D»S y llorando le decía «¿Como pudiste hacerme esto?» Y se quedó dormido sobre la arena. Temprano de la mañana del siguiente día, el escucho asombrado el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Venían a rescatarlo, y les pregunto, ¿Como sabían que yo estaba aquí? Y sus rescatadores le contestaron, «Vimos las señales de humo que nos hiciste…»

Es fácil enojarse cuando las cosas van mal, pero no Debemos de perder el corazón, porque DIOS está trabajando en nuestras vidas, En medio de las penas y el sufrimiento. Recuerda la próxima vez que tu pequeña choza sequeme… Puede ser simplemente una señal de humo que surge de la GRACIA de DIOS. Por todas las cosas negativas que nos pasan, debemos Decirnos a nosotros mismos, DIOS TIENE UNA RESPUESTA POSITIVA A ESTO.

Conclusión: La fe que camina

No basta con creer. La fe verdadera no se queda quieta. No es una idea, ni una emoción pasajera. Es un paso. Es un cuerpo que se levanta. Es un alma que se atreve a andar.

La fe que camina no siempre sabe a dónde va, pero sabe con quién va. Y eso basta.

Caminar hacia uno mismo

Es mirar hacia adentro sin miedo. Reconocer la herida, el deseo, la contradicción. Es dejar de huir de lo que somos para descubrir que allí, en lo más hondo, Dios también habita.

“Ve hacia ti mismo…” — y allí comienza el camino.

Caminar hacia los demás

Es abrir la puerta, aunque duela. Es acompañar sin controlar. Es dejar que el otro sea camino, no obstáculo ni amenaza.

“Donde tú vayas, yo iré…” — y allí se revela la comunión.

Caminar hacia Dios

Es andar bajo su mirada, aunque el mapa esté borroso. Es confiar en su tiempo, aunque el reloj no tenga manecillas. Es poner el espíritu al frente y no ceder las riendas al miedo.

“Anda delante de mí y sé perfecto…” — y allí se forma el pacto.

Llamado final

Hoy, no te pido que creas. Te invito a caminar. A dar ese paso que no espera garantías. A andar la fe como cuerpo, como vínculo, como ofrenda.

Camina hacia ti. Camina con los otros. Camina delante de Dios. Y que cada paso sea oración, aunque no se oiga la voz.