En hebreo, la palabra para fe no es “creencia” en
el sentido abstracto. Es emuná (אֱמוּנָה), que viene de la raíz aman (אָמַן),
la misma que se usa para “amén” — que así sea, confío, me
afirmo. La emuná no es una emoción, es una postura del alma: caminar,
aunque no se vea el camino.
“El justo por su fe vivirá.” — Habacuc 2:4
Pero esa fe no es pasiva. No es sentarse a
esperar que Dios actúe. Es levantarse cada mañana y decir: “Hoy también confío.”
Este tríptico de gestos —caminar, esperar, confiar—
es una síntesis poética y teológica de lo que significa vivir la emuná (אֱמוּנָה), esa fe
bíblica que no se reduce a creer, sino que se expresa en movimiento, en
paciencia, en entrega.
Tres gestos de emuná
1-Caminar — como
Abraham, que salió sin saber a dónde iba
(Génesis 12:1). Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu
tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
·
Emuná comienza con un paso sin mapa. Abraham no
recibe coordenadas, sino una promesa.
·
Caminar en fe es soltar seguridades, dejar atrás
lo conocido, y confiar en una voz que guía desde el misterio.
·
En hebreo, “Lej
lejá” (לֶךְ־לְךָ) puede
traducirse como “ve hacia ti mismo”
— una peregrinación interior tanto como geográfica.
La
fe no es saber a dónde vas, sino saber con quién caminas.
Proverbios 4:25 Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo
que tienes delante (lenojaj).
Lenojaj — ¿“de frente” o “hacia ti mismo”?
Aquí está el giro interpretativo que hace este
texto tan especial:
- La palabra hebrea לְנֹכַח (lenojaj) puede traducirse como “de frente”, pero
también como “hacia ti mismo”.
- Si se lee así, el versículo adquiere un sentido más introspectivo:
“Que tus ojos
te miren a ti mismo.”
“Lej lejá” (לֶךְ־לְךָ) tiene una riqueza
interpretativa que va mucho más allá de la simple traducción “Vete” o “Sal de
tu tierra”. En la tradición judía, especialmente en la exégesis rabínica, esta
frase se entiende como un llamado profundo a la transformación interior.
Texto original: Génesis 12:1 “Y dijo el Eterno a Abram: Lej lejá de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.”
Traducción
literal:
- לֶךְ
(lej): “Ve” o “Camina”
- לְךָ
(lejá): “Para ti” o “Hacia ti”
Interpretación
rabínica: “Ve hacia ti mismo”
En la tradición judía —especialmente en el
Midrash y en enseñanzas jasídicas— esta frase se lee como:
“Ve hacia ti mismo” — una peregrinación interior.
¿Qué implica
esta lectura?
- No es solo un viaje geográfico, sino un
llamado a descubrir la verdad de tu ser.
- Abraham
no solo deja su tierra, deja su historia,
su cultura, su identidad heredada, para
convertirse en lo que Dios le llama a ser.
- El viaje
es existencial: abandonar lo que
te define externamente para encontrar lo que te define espiritualmente.
“Lej lejá” es el primer paso de la fe que camina: no hacia un lugar, sino hacia una
vocación.
Diferencia con
la lectura “gentil” o literal
En muchas traducciones cristianas, el énfasis
está en el movimiento físico:
“Vete de tu tierra…” Esto es correcto, pero pierde
la dimensión introspectiva que los sabios judíos destacan.
La tradición hebrea ve en este versículo:
- Un
llamado a la autenticidad: dejar
lo que otros esperan de ti.
- Un
llamado a la libertad espiritual:
romper con lo heredado para abrirse a lo revelado.
- Un llamado a la fe activa: caminar sin saber, pero sabiendo que el camino te transforma.
PASOS POR DENTRO canción de jawdi
Aplicación
para Emuná: la fe que camina
Este versículo puede ser el punto de partida de nuestro estudio:
- ¿Qué
significa “caminar hacia uno mismo” en tiempos de dolor, duda o cambio?
- ¿Qué
cosas debo dejar atrás para encontrar mi vocación espiritual?
- ¿Cómo se
ve hoy el “lej lejá” en nuestras vidas?
La fe que camina no busca destino,
busca identidad. Y en el camino, Dios se revela.
¿Qué implica esto?
- En vez de mirar los
defectos de los demás, mírate a ti.
- Observas tus propias fallas, tus motivaciones, tus sombras.
- Es una invitación a la auto examinación
humilde, no a la crítica externa.
Un comentario rabínico dice que mantener este
versículo escrito en un papelito frente a ti mientras conversas con otros nos ayudará en
nuestras relaciones con los demás.
·
Porque nos recuerda que no debemos juzgar ni sentirsnos superior.
·
Nos ayuda a evitar
el orgullo, a mantenernos presente y humilde.
Este versículo puede ser una guía para los
momentos de dolor y conflicto:
·
Cuando estamos heridos, es fácil mirar hacia
afuera y culpar.
·
Pero Salomón nos invita a mirar hacia adentro, no para culparnos, sino para reconocernos.
·
La honestidad con uno mismo es el primer paso
hacia la sanación, la reconciliación y la fe.
“Que
tus ojos te busquen a ti.” Porque en ti también habita la imagen de Dios, incluso en
medio de la fractura.
Proverbios
4:25 “Que tus ojos te miren a ti mismo, y que tus párpados se dirijan hacia lo
que hay dentro de ti.”
Esta lectura transforma el versículo en una guía
para la introspección:
·
En momentos de juicio, recuerda mirar hacia ti.
·
En momentos de orgullo, recuerda tus propias
fragilidades.
·
En momentos de dolor, reconoce lo que se mueve
dentro antes de buscar fuera.
La
sabiduría comienza cuando los ojos dejan de buscar culpables y empiezan a
buscar verdad.
Un judío cabalgaba hacia la ciudad cuando
encontró a un mendigo cojo que le pidió ayuda. Primero le dio unas monedas,
pero el cojo insistió: “Llévame contigo, no puedo caminar solo.”
El hombre, compasivo, lo subió al caballo y le
dio las riendas, sentándose él detrás. Al llegar a la ciudad, el cojo gritó: “Este
hombre quiere robarme el caballo. Yo lo traje hasta aquí.”
La gente creyó al cojo, y el judío tuvo que
acudir al juez. El juez dijo: “Sé que el caballo es tuyo, pero tú mismo lo
pusiste delante y le diste las riendas. No puedo ayudarte.
Génesis 17:1 “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé
perfecto.”
El hombre justo cede las riendas al cojo por compasión,
pero termina perdiendo el control. El juez reconoce la verdad, pero no puede
actuar porque las señales externas muestran quién iba delante.
- Caminar
con Dios no es solo avanzar, es discernir
quién guía tu viaje.
- “Anda
delante de mí” es el llamado a poner el
espíritu al frente, no como pasajero, sino como conductor.
- “Sé
perfecto” es la invitación a una fe íntegra,
que no negocia su dirección por comodidad.
La fe que camina no se mide por
velocidad, sino por fidelidad. Y quien camina delante de Dios, no se pierde, aunque no vea todo el
mapa.
Así también en la vida espiritual: si el alma cede el control al ego, aunque
diga que camina con Dios, la evidencia
muestra otra cosa.
En el camino de la fe, no basta con avanzar, hay que decidir quién lleva las riendas. Si dejamos que el miedo, el ego o el materialismo guíen
nuestro andar, terminamos perdiendo el rumbo,
aunque tengamos buenas intenciones.
La fe que camina es aquella que pone al espíritu delante, y no lo deja
ceder el control. Caminar
con Dios es confiar, pero también discernir quién guía tu viaje.
2-Esperar — como Ana, que oró en silencio
por un hijo (1 Samuel 1:10–13). ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.
11 E
hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la
aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva,
sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los
días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
12 Mientras
ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella.
13 Pero
Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se
oía; y Elí la tuvo por ebria.
“Ella, con amargura de alma, oró al Señor y lloró
abundantemente… pero su voz no se oía.”
·
Ana encarna la fe
silenciosa, la que no grita, pero no se rinde.
·
Su espera no es pasiva: es oración persistente,
vulnerabilidad ofrecida, esperanza que se rehúsa
a morir.
·
El sacerdote Elí la malinterpreta, como suele
pasar con quienes oran desde lo profundo. Pero Dios la escucha.
La
fe es esperar cuando nadie más entiende tu espera.
Un joven entró a una antigua sinagoga buscando
consuelo. Estaba cansado de orar sin respuestas, de esperar sin señales. Se
sentó bajo un reloj viejo, colgado en lo alto, y notó algo extraño: no tenía
manecillas.
Molesto, fue a ver al anciano cuidador del lugar
y le dijo: —¿Cómo pueden tener un reloj que no marca la hora? ¿De qué sirve?
El anciano sonrió y respondió: —Ese reloj está
ahí para recordarnos que Dios no se rige por nuestro tiempo. Cuando
oramos, queremos respuestas inmediatas. Pero a veces, el cielo responde fuera
del horario que esperamos. Ese reloj nos enseña a confiar, incluso cuando
no sabemos “qué hora es”.
El joven volvió a sentarse. Esta vez, no pidió
nada. Solo se quedó en silencio, sabiendo que su espera también era oración.
Moraleja para Emuná:
la fe que camina
- La fe que
espera no exige relojes, porque sabe que el tiempo de Dios no es el
nuestro.
- A veces,
el silencio no es ausencia, sino una pausa sagrada.
- Esperar
es también caminar con los ojos cerrados, pero el corazón abierto.
La fe que camina no siempre sabe cuándo llegará la respuesta, pero sigue caminando igual.
3-Confiar — como Jesús
en Getsemaní: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Yendo un poco adelante, se postró sobre su
rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero
no sea como yo quiero, sino como tú.
·
Aquí la emuná alcanza su expresión más
radical: confiar en medio del dolor, sin
garantías.
·
Jesús no niega su angustia, la presenta. No exige, se entrega.
·
Esta confianza no
es resignación, es comunión: una voluntad humana que se une a la
divina en el crisol del sufrimiento.
La
fe es confiar incluso cuando el camino atraviesa la cruz.
Vicisitudes en el camino de Abraham por fe
- Dejar su tierra natal
(Génesis 12:1) Abandonó
Ur y Harán sin saber adónde iba, confiando solo en la promesa divina.
- Hambre en la tierra
prometida (Génesis 12:10) Al llegar
a Canaán, enfrentó una gran hambruna y tuvo que descender a Egipto.
- Peligro en Egipto (Génesis
12:11–20) Temió por
su vida y ocultó que Sara era su esposa, lo que provocó una crisis con el
faraón.
- Conflicto con Lot (Génesis
13:5–11) La tierra
no podía sostener a ambos, y tuvo que separarse de su sobrino amado.
- Guerra para rescatar a Lot
(Génesis 14:14–16) Enfrentó
reyes poderosos para liberar a su familia, arriesgando todo por amor.
- Esperar un hijo por
décadas (Génesis 15:2–6) Vivió la
angustia de la esterilidad, y creyó en la promesa de descendencia contra
toda lógica.
- Tensión familiar por
Ismael (Génesis 16) Tuvo un
hijo con Agar, lo que trajo dolor, celos y división en su hogar.
- Circuncisión como pacto
(Génesis 17:9–14) Recibió
el mandato de marcar su cuerpo como señal de fe, en edad avanzada.
- Interceder por Sodoma
(Génesis 18:22–33) Se
atrevió a dialogar con Dios por los justos, mostrando compasión y
valentía.
- Expulsar a Agar e Ismael
(Génesis 21:9–14) Tuvo que
despedir a su hijo, confiando en que Dios cuidaría de él.
- El sacrificio de Isaac
(Génesis 22:1–14) La prueba
más extrema: ofrecer a su hijo amado, creyendo que Dios proveería.
Cada una de estas pruebas revela un aspecto de emuná (FE).
Es un error muy extendido el creer que la fe evita las vicisitudes de la vida.
Es el apóstol Pablo quien mejor lo define...
Romanos 8:26 Y de igual
manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como
conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos indecibles.
El crisol de las tres relaciones
Había una vez un hombre llamado Elías, que vivía
en una aldea rodeada de montañas. Era conocido por su sabiduría tranquila y su
fe sencilla. Pero un día, todo cambió: una tormenta destruyó su casa, su campo
se secó, y sus amigos comenzaron a alejarse. Elías se sintió solo, confundido,
y comenzó a preguntarse si Dios lo había olvidado.
Una noche, mientras dormía bajo un árbol, soñó
que estaba dentro de un crisol ardiente. Tres llamas lo rodeaban, cada una con
un rostro distinto.
La primera llama le habló con voz interior: “Soy
la prueba que te revela. Te mostraré quién eres cuando todo se quema.” Y
Elías vio su miedo, su orgullo, su fragilidad. Pero también vio su fuerza, su
ternura, su capacidad de resistir.
La prueba lo conectó consigo mismo. Lo hizo
verdadero.
La segunda llama le habló con voz de otros: “Soy
la prueba que te vincula. Te mostraré quién está contigo cuando no queda nada.”
Y Elías recordó a quienes lo habían herido, pero también a quienes lo habían
sostenido. Aprendió a pedir ayuda, a perdonar, a acompañar sin juicio.
La prueba lo conectó con los demás. Lo hizo
humilde.
La tercera llama le habló con voz de misterio: “Soy
la prueba que te une al Eterno. Te mostraré que incluso en el silencio, Dios
está.” Y Elías, en medio del fuego, sintió una paz que no venía de
respuestas, sino de presencia.
La prueba lo conectó con Dios. Lo hizo confiado.
Cuando despertó, la tormenta había cesado. Su
casa seguía destruida, pero su alma estaba reconstruida. Ya no temía las
pruebas, porque había comprendido que no venían a romperlo, sino a revelarlo.
Desde entonces, cada vez que alguien sufría,
Elías les decía: “No estás solo. Estás en el crisol. Y el fuego no te
consume: te transforma.”
Tres pruebas, tres materiales, tres relaciones
1. El lino que se golpea — la relación con uno mismo
El lino, antes de convertirse en tela fina, debe
ser golpeado, sacudido, despojado de impurezas. Así también el alma: las
pruebas que nos confrontan con nosotros mismos —nuestras debilidades, miedos,
heridas— son como golpes que purifican.
“El alma se fortalece cuando se
atreve a mirarse sin máscaras.” Estas pruebas nos enseñan
humildad, autenticidad, y nos invitan a crecer en verdad interior.
2. El fuego que refina — la relación con los demás
El oro se purifica en el fuego, y el barro se
endurece en el horno. Las relaciones humanas también se prueban en el calor del
conflicto, la pérdida, la traición o el sacrificio.
“El fuego no destruye el vínculo
verdadero, lo revela.” Estas pruebas nos enseñan a
amar sin condiciones, a perdonar, a acompañar en el dolor.
3. El cuenco de barro — la relación con Dios
El cuenco, antes de contener, debe ser moldeado y
cocido. Así también la fe: antes de sostener la presencia divina, debe pasar
por el crisol del silencio, la espera, la entrega.
“Dios no busca recipientes
perfectos, sino corazones dispuestos.” Estas pruebas
nos enseñan a confiar sin ver, a orar sin respuestas, a permanecer en la noche.
Aplicación espiritual
Un buen observador bíblico, enseña que las
pruebas no son castigos, sino procesos de
formación. Cada una fortalece una dimensión del alma:
- El lino golpeado nos hace íntegros.
- El fuego ardiente nos hace compasivos.
- El cuenco cocido nos hace receptivos a Dios.
“No temas el golpe, ni el fuego, ni
el horno. Son las manos del Alfarero que te prepara para contener su luz.”
La Biblia ilumina estas tres relaciones
como pilares del crecimiento espiritual: el cuidado interior, la comunión con
los demás y la intimidad con Dios. Aquí tienes textos clave que reflejan cada
dimensión.
EL NAUFRAGO
Pero entonces un día, después de andar buscando
comida, Él regreso y encontró la pequeña choza en llamas, el humo subía hacia
el cielo. Lo peor que había pasado, es que todas las cosas las había perdido.
Estaba confundido y enojado con D»S y llorando le decía «¿Como pudiste hacerme
esto?» Y se quedó dormido sobre la arena. Temprano de la mañana del siguiente día,
el escucho asombrado el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Venían a
rescatarlo, y les pregunto, ¿Como sabían que yo estaba aquí? Y sus rescatadores
le contestaron, «Vimos las señales de humo que nos hiciste…»
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Conclusión: La fe que camina No basta con
creer. La fe verdadera no se queda quieta. No es una idea, ni una emoción
pasajera. Es un paso. Es un cuerpo que se levanta. Es un alma que se atreve a
andar. La fe que
camina no siempre sabe a dónde va, pero sabe con quién va. Y eso basta. Caminar hacia uno mismo Es mirar
hacia adentro sin miedo. Reconocer la herida, el deseo, la contradicción. Es
dejar de huir de lo que somos para descubrir que allí, en lo más hondo, Dios
también habita. “Ve hacia ti mismo…” — y allí
comienza el camino. Caminar hacia los demás Es abrir la
puerta, aunque duela. Es acompañar sin controlar. Es dejar que el otro sea
camino, no obstáculo ni amenaza. “Donde tú vayas, yo iré…” — y
allí se revela la comunión. Caminar hacia Dios Es andar
bajo su mirada, aunque el mapa esté borroso. Es confiar en su tiempo, aunque
el reloj no tenga manecillas. Es poner el espíritu al frente y no ceder las
riendas al miedo. “Anda delante de mí y sé
perfecto…” — y allí se forma el pacto. Llamado final Hoy, no te
pido que creas. Te invito a caminar. A dar ese paso que no espera
garantías. A andar la fe como cuerpo, como vínculo, como ofrenda. Camina hacia
ti. Camina con los otros. Camina delante de Dios. Y que cada paso sea
oración, aunque no se oiga la voz. |
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