jueves, 4 de diciembre de 2025

“De la infantilidad espiritual a la madurez”


“De la infantilidad espiritual a la madurez”

La vida cristiana comienza con un amor verdadero pero inmaduro, semejante al de un niño que necesita cuidado constante y busca atención para sentirse seguro. Ese amor existe, pero se expresa de manera posesiva, dependiente y frágil, limitado por la visión parcial y el egocentrismo. Sin embargo, el llamado de Dios no es permanecer en esa etapa, sino crecer hacia la plenitud: un amor maduro que se entrega, que busca el bien del otro y que permanece incluso en la prueba. La infantilidad espiritual revela la necesidad de leche, mientras que la madurez en el amor nos conduce a la vianda sólida; es el paso de un afecto centrado en el yo a una comunión que refleja la fidelidad y la entrega de Cristo.

En el texto anterior, Pablo nos insta a dejar lo que era de niño, su petición esta en el capitulo del amor, por tanto el no se refiere a dejar actitudes morales como la inocencia, la confianza, la sencillez o la capacidad de asombro propias de los niños. Jesús mismo dijo: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos” (Mateo 18:3). La diferencia es clara:

·         Niñez como símbolo de fe confiada → se conserva.

·         Niñez como símbolo de inmadurez → se supera.

Pablo invita a un paso de crecimiento: dejar atrás la inmadurez espiritual y abrazar la plenitud del amor como criterio de vida. Lo “de niño” son las actitudes egocéntricas, superficiales y limitadas; lo “de adulto en Cristo” es vivir con responsabilidad, profundidad y entrega.

Infantilidad espiritual es: Permanecer en una etapa inicial, sin crecer hacia la plenitud del amor y la responsabilidad en Cristo.

Se caracteriza por:

1-Visión parcial: ver solo fragmentos de la verdad, sin integrar la totalidad del Evangelio.

Ejemplo práctico

-Visión parcial de niño: “Si oro mucho, Dios me dará lo que quiero”.

Visión madura: “La oración me une a Dios, me transforma, y me abre a su voluntad”.

 

·         Egocentrismo: buscar lo propio, como un niño que reclama atención sin pensar en los demás.

Impulsividad emocional: dejarse llevar por sentimientos pasajeros sin discernimiento.

El espejo roto

Había una vez un niño que encontró en el desván de su casa un espejo roto en pedazos. Fascinado, tomó uno de los fragmentos y lo miraba cada día. En ese trozo veía su ojo, su sonrisa, o la luz de la ventana reflejada. Para él, ese pedazo era todo el espejo, toda la realidad.

Un día su padre lo llevó al mismo desván y le mostró el espejo completo que había estado guardado. El niño se sorprendió: descubrió que lo que veía en su fragmento era solo una parte, y que el espejo entero mostraba su rostro completo, con matices que nunca había imaginado.

El padre le dijo: —“Así es la vida y la fe. Cuando somos niños, vemos solo un pedazo de la realidad. Nos fijamos en lo inmediato, en lo que brilla. Pero cuando crecemos, aprendemos a mirar el espejo entero, y comprendemos que todo se une en un sentido más grande: el amor.”

Moraleja

La visión parcial del niño es natural: se fija en lo inmediato, en lo fragmentario. Pero la madurez espiritual consiste en integrar los fragmentos en un todo, descubrir que lo esencial no está en la parte que brilla, sino en la plenitud que revela el amor de Dios.

Imagina a Marcos, un creyente muy activo en su comunidad.

  • Dios le ha dado el don de la palabra y la capacidad de orar con fuerza.
  • La gente lo admira porque cuando él ora, muchos se sienten conmovidos.

Sin embargo, Marcos empieza a pensar que su don es lo más importante.

  • Se compara con otros que no tienen la misma facilidad.
  • Se entristece si no lo llaman a participar en las reuniones.
  • Cree que su valor como creyente depende de que se note su don.

En esa visión parcial, Marcos confunde el medio con el fin:

  • El don es un regalo para servir, pero él lo interpreta como un signo de superioridad.
  • Se fija en lo visible y lo inmediato, sin comprender que lo esencial es el amor que edifica a la comunidad.

Aplicación bíblica

Esto refleja lo que Pablo corrige en 1 Corintios 12–13:

  • Los dones son valiosos, pero no son la medida de la madurez espiritual.
  • La visión parcial lleva a pensar que “tener dones” equivale a “ser espiritual”.
  • La visión plena descubre que el amor es lo que da sentido a los dones: sin amor, los dones se vacían.

Conclusión

Un creyente con visión parcial se queda en la superficie de los dones, como un niño que se fascina con un juguete sin entender su propósito. La madurez espiritual consiste en ver que los dones son instrumentos de servicio, y que lo que realmente permanece es el amor.

2-Egocentrismo: buscar lo propio, como un niño que reclama atención sin pensar en los demás.

Ejemplo de la niñez natural

Un niño está en su cumpleaños y recibe muchos regalos.

  • En lugar de alegrarse por la fiesta compartida, se enfada porque otro niño toca uno de sus juguetes.
  • Reclama atención: quiere que todos lo miren, que nadie juegue con lo suyo, que todo gire en torno a él.
  • No piensa en los demás invitados ni en la alegría común, solo en su propio deseo.

Aquí el egocentrismo se muestra como “todo es mío, todo para mí”, sin conciencia de comunidad.

Ejemplo del infantilismo espiritual

En una comunidad, un creyente recibe un don espiritual, por ejemplo, el de cantar en el coro.

  • En lugar de usarlo para servir y edificar, se molesta si no le dan siempre el primer lugar.
  • Reclama atención: quiere que lo reconozcan, que lo aplaudan, que se note su participación.
  • No piensa en la edificación de la comunidad ni en la gloria de Dios, sino en su propio protagonismo.

Aquí el egocentrismo se muestra como “mi don, mi lugar, mi reconocimiento”, olvidando que los dones son para el bien común y que el amor es lo esencial.

Conclusión

  • Niñez natural → el niño reclama atención y posesión exclusiva.
  • Infantilismo espiritual → el creyente reclama protagonismo y reconocimiento en la comunidad. En ambos casos, el centro está en el yo y no en el nosotros. La madurez espiritual consiste en desplazar el eje hacia el amor y el servicio.

3-Dependencia pasiva: esperar que otros resuelvan la vida espiritual sin asumir compromiso personal.

El niño que no quería caminar

Había un niño que siempre pedía a su madre que lo llevara en brazos. Aunque ya tenía edad para caminar, él prefería que lo cargaran: así no se cansaba, no se ensuciaba, y todo lo recibía sin esfuerzo.

Un día, la madre lo dejó en el suelo y le dijo: —“Hijo, si no aprendes a caminar, nunca descubrirás el mundo que te espera. Mis brazos te sostienen, pero tus pasos te llevarán más lejos.”

El niño, al principio, lloró y se resistió. Pero poco a poco dio sus primeros pasos. Descubrió que podía avanzar por sí mismo, que el cansancio se transformaba en alegría, y que la libertad de caminar era mucho más grande que la comodidad de ser cargado.

La dependencia pasiva es natural en la infancia, pero se convierte en un obstáculo si se prolonga en la vida espiritual. Dios nos invita a dar nuestros propios pasos de fe, porque solo así descubrimos la plenitud del amor y la misión que nos espera.

4-Competitividad superficial: valorar más los dones visibles o el reconocimiento que la profundidad del amor.

Niño natural

En la infancia, la competitividad superficial aparece cuando el niño quiere ganar o destacar solo por ser visto, sin comprender el verdadero valor del esfuerzo o la cooperación.

·         Ejemplo: dos niños corren en el patio, y uno se detiene a empujar al otro para llegar primero. No le importa el juego ni la amistad, solo “ser el ganador”.

·         El problema no es competir, sino hacerlo desde la superficialidad del reconocimiento externo.

Niño espiritual

En la vida de fe, la competitividad superficial se da cuando un creyente busca destacar por sus dones o ministerios, más que por el amor y el servicio.

·         Ejemplo: alguien se alegra más de “ser visto” predicando o cantando que de edificar a la comunidad.

·         Se mide por aplausos, por elogios, por quién tiene más seguidores, en vez de por la profundidad del amor que transmite.

El concurso de las linternas

En un pueblo se organizó un concurso: cada niño debía traer su linterna para iluminar la plaza. Uno trajo una linterna enorme, adornada con colores brillantes. Otro, una pequeña y sencilla, pero con la luz bien cuidada.

La gente se reunió y aplaudió la linterna más grande, porque era vistosa. Sin embargo, cuando llegó la noche, la linterna adornada apenas alumbraba, mientras que la pequeña iluminaba con fuerza y permitió que todos caminaran seguros.

El maestro del pueblo dijo: —“No gana quien tiene la linterna más bonita, sino quien da más luz. Así también en la vida: no importa quién brilla por fuera, sino quién ilumina con amor.”

Moraleja

  • Niño naturalbusca ganar por apariencia, por aplausos.
  • Niño espiritualbusca destacar por dones visibles, sin comprender que lo esencial es el amor.
  • Madurez espiritualentiende que los dones son para servir, y que la verdadera luz es la que edifica a los demás.

Textos bíblicos sobre la competitividad

1 Corintios 9:24-25 "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo recibe el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible."

-Aquí Pablo usa la imagen de la competencia atlética para enseñar disciplina y esfuerzo, pero orientados hacia un premio eterno, no hacia la vanagloria humana.

El niño espiritual: busca el premio de los hombres

  • Premio humano → reconocimiento, aplausos, elogios, protagonismo.

El niño espiritual corre para ser visto, para recibir la “corona corruptible” que se desgasta: prestigio, poder, éxito. De la leche espiritual a la vianda: el crecimiento del creyente

1. La niñez espiritual en la Biblia

1 Corintios 3:1-2: De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales (sarkikoi), como a niños (nēpioi) en Cristo.

2 Os di a beber leche (gala), y no vianda (sterea trophē); porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía,

Pablo dice que no pudo hablarles como a adultos (espirituales) en la fe, sino como a niños, dándoles leche y no alimento sólido.

(sarkikoi) = “carnales”. Señala que la inmadurez espiritual se refleja en actitudes dominadas por la carne.

(nēpioi) = “niños pequeños, infantes”. Describe a creyentes inmaduros, dependientes, incapaces de comprender lo profundo.

(gala) = “leche”. Imagen de alimento básico, fácil de digerir, necesario en la primera etapa. Reitera la imagen de enseñanza básica.

(sterea trophē) = “alimento sólido, vianda”. Contrasta con la leche: alimento que requiere madurez para asimilarlo.

Hebreos 5:12-14: Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche (gala), y no de alimento sólido.

13 Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia (logos dikaiosynēs), porque es niño (nēpioi);

14 pero el alimento sólido (sterea trophē) es para los que han alcanzado madurez (teleiōn), para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados (gymnasmena) en el discernimiento del bien y del mal.

Este es un texto paralelo al anterior nos describe que es un cristiano carnal (sarkikoi) con otros términos es inexperto en la palabra de justicia (logos dikaiosynēs), porque es niño (nēpioi)... si eres niño eres inexperto, alguien ignorante y poco entrenado.

(logos dikaiosynēs) = “palabra de justicia”. El contenido profundo de la enseñanza cristiana, que requiere madurez para comprender, la palabra de justicia es el alimento sólido, el entrenamiento de los adultos y la materia que te hace un experto.

(teleiōn) = “maduros, completos”.

(gymnasmena) = “ejercitados, entrenados”. Imagen atlética: la madurez espiritual requiere práctica constante, como un entrenamiento, de ahí viene nuestra palabra para gimnasia.

El autor de hebreos (seguramente Pablo pues usa los mismos términos y argumentos) lamenta que los creyentes aún necesiten leche, cuando deberían ser maestros; el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez.

El creyente no nace adulto en la fe: necesita un proceso de crecimiento.

El pastor y el padre

Un pastor observaba cómo, en la madrugada, una cabra daba a luz en el corral. Apenas unos minutos después, el cabrito tambaleante ya intentaba ponerse de pie. Con torpeza, pero con decisión, comenzó a caminar detrás de su madre. El pastor sonrió: sabía que en la naturaleza, la vida exige moverse rápido. Las crías deben seguir al rebaño o perecer.

Ese mismo día, el pastor visitó a su hermano, que acababa de tener un hijo. Al entrar en la casa, vio al bebé en brazos de su madre: frágil, indefenso, incapaz de sostenerse por sí mismo. Necesitaba leche, calor, protección constante. El padre lo miraba con ternura y dijo: —Este pequeño no puede andar ni hablar. Dependerá de nosotros durante años, pero crecerá poco a poco hasta convertirse en adulto.

El pastor comprendió entonces la diferencia: los animales nacen con autonomía inmediata, pero los seres humanos nacen en total invalidez. Sin embargo, esa dependencia inicial abre la puerta a un desarrollo más profundo: lenguaje, pensamiento, cultura, fe.

Así es también la vida del creyente. Algunos piensan que al “nacer de nuevo” ya pueden correr solos, como los cabritos que se levantan al instante. Pero la realidad es distinta: el creyente recién nacido en la fe es como un niño humano, frágil y dependiente. Necesita leche espiritual, cuidado, discipulado, paciencia.

La niñez espiritual no es un defecto, sino una etapa necesaria. El discipulado es la crianza que lo llevará de la leche a la vianda, de la dependencia inicial a la praxis (conducta) madura.

2. Comparación con el crecimiento físico y psicológico

  • Infancia física: el bebé necesita leche, cuidado constante, protección.
  • Infancia psicológica: el niño busca seguridad, depende de otros, aprende por imitación.
  • Infancia espiritual: el creyente recién nacido en la fe necesita enseñanza básica, acompañamiento y disciplina.

Así como nadie espera que un bebé corra el primer día, tampoco se puede exigir madurez inmediata al nuevo creyente.

3. La importancia del discipulado

  • El discipulado es el “proceso de crianza espiritual”.
  • Sin acompañamiento, el creyente se queda en la niñez, repitiendo fórmulas sin comprender.
  • Con discipulado, aprende a pasar de la leche (doctrinas básicas) a la vianda (praxis madura).

El niño y la bicicleta

Un padre regaló a su hijo una bicicleta. El niño se subió de inmediato, pero cayó una y otra vez. Se frustró y dijo: —Papá, la bicicleta no funciona. El padre respondió: —La bicicleta funciona, pero tú necesitas aprender a usarla. Primero con ruedas de apoyo, luego con mi ayuda, y después solo.

Aplicación: La fe es como la bicicleta. El evangelio funciona, pero el creyente necesita crecer, practicar y ser acompañado. La niñez espiritual no es un defecto, es una etapa necesaria. El discipulado es el proceso que quita las ruedas de apoyo y enseña a pedalear solo.

  • La niñez espiritual es real y necesaria, pero no puede ser eterna.
  • El discipulado es el puente hacia la madurez.
  • La teología para adultos exige pasar de la leche a la vianda, de la dependencia a la praxis responsable.

Relato: Marcos, de la huida al servicio

Era de noche en el huerto de Getsemaní. Los soldados habían llegado para arrestar a Jesús. Entre la confusión, un joven que había seguido a los discípulos observaba con miedo. Cuando intentaron detenerlo, huyó dejando atrás su ropa, escapando desnudo en la oscuridad. Ese joven era Juan Marcos, aún inmaduro, incapaz de enfrentar el peligro. Su fe estaba en pañales, como un niño que necesita leche espiritual.

Los padres de la Iglesia cuentan que su madre, María, era una de las mujeres que seguían a Cristo y que su casa junto al huerto de Getsemaní era lugar de reunión para los primeros creyentes. Allí se celebraban oraciones y encuentros, y allí Marcos escuchaba las enseñanzas, creciendo poco a poco en la fe.

Años después, Bernabé, su tío, lo llevó consigo en un viaje misionero junto a Pablo. Pero Marcos, todavía inseguro, abandonó la misión en medio del camino. Pablo se sintió traicionado: —No podemos confiar en alguien que nos deja cuando más lo necesitamos —dijo con firmeza. Bernabé, en cambio, defendió al joven: —Es un niño en la fe. Necesita paciencia y discipulado. No lo descartemos, démosle otra oportunidad.

La discusión fue tan intensa que Pablo y Bernabé se separaron. Pablo siguió su camino con Silas, mientras Bernabé tomó a Marcos y lo acompañó en su proceso de crecimiento. Fue un discipulado real: paciencia, corrección, acompañamiento.

Con el tiempo, Marcos maduró. Aprendió a servir, a perseverar, a ser fiel. Tanto creció que Pablo, en sus cartas desde la prisión, lo mencionó con afecto: “Toma a Marcos y tráelo contigo, porque me es útil para el ministerio” (2 Timoteo 4:11).

El joven que había huido desnudo en Getsemaní se convirtió en un colaborador valioso, incluso en el autor del Evangelio que lleva su nombre. Su historia es testimonio de que la niñez espiritual no es el final, sino el inicio de un camino hacia la madurez.

  • Marcos representa al creyente que no nace adulto en la fe: primero huye, luego abandona, pero finalmente crece.
  • La discusión entre Pablo y Bernabé muestra dos actitudes: la exigencia inmediata y la paciencia del discipulado.
  • El discipulado transforma la leche en vianda, la fragilidad en utilidad, la  debiidad en fortaleza, la niñez en madurez.

·         Proceso de crecimiento espiritual de Juan Marcos

Etapa

Relato bíblico / tradición

Significado espiritual

Huida

Joven que huyó desnudo en Getsemaní (Marcos 14:51-52).

Niñez espiritual: miedo, fragilidad, incapacidad de enfrentar la prueba.

Abandono

Dejó la misión junto a Pablo y Bernabé en Perge (Hechos 13:13).

Inmadurez: falta de perseverancia, dependencia, necesidad de discipulado.

Disputa

Discusión entre Pablo y Bernabé sobre darle otra oportunidad (Hechos 15:36-39).

Proceso de corrección: la comunidad debate cómo acompañar al inmaduro.

Utilidad

Pablo lo reconoce como “útil para el ministerio” (2 Timoteo 4:11).

Madurez: de la leche a la vianda, de la fragilidad al servicio fiel.

Legado

Autor del Evangelio de Marcos, testimonio de Cristo.

Fruto de la praxis: el niño espiritual se convierte en maestro de generaciones.

La historia de Marcos muestra que la niñez espiritual no es definitiva: con discipulado y paciencia puede transformarse en madurez.

La comunidad juega un papel clave: unos exigen resultados inmediatos (Pablo), otros ofrecen acompañamiento (Bernabé).

El creyente inmaduro puede llegar a ser útil y fecundo en la obra, incluso dejando un legado escrito como Marcos.

Relato paralelo: Jacob y Marcos

Jacob, desde joven, vivió en medio de tensiones familiares. Engañó a su hermano Esaú y tuvo que huir de su casa. Más tarde, trabajó con su tío Labán, pero también allí surgieron conflictos que lo obligaron a escapar de nuevo. Finalmente, tuvo que enfrentar a Esaú, el hermano al que había traicionado. Cada huida y cada división fueron etapas dolorosas, pero necesarias: Dios usó esas crisis para transformar a Jacob en Israel, el padre de una nación.

Siglos después, Juan Marcos vivió algo parecido. Primero huyó desnudo en Getsemaní, incapaz de enfrentar la prueba. Luego abandonó a Pablo y Bernabé en medio de la misión. Esa división entre los apóstoles fue dura: Pablo no quería confiar en él, Bernabé insistía en darle otra oportunidad. Pero esa tensión fue usada por Dios para que Marcos creciera. Acompañado por Bernabé, maduró hasta convertirse en colaborador útil para Pablo y en autor del Evangelio que lleva su nombre.

Paralelo pedagógico

  • Jacob: huida → conflicto → reconciliación → transformación en Israel.
  • Marcos: huida → abandono → división → reconciliación → utilidad en el ministerio.
  • En ambos casos, las divisiones y crisis no fueron el final, sino el camino hacia la madurez.
  • Dios puede usar incluso las rupturas en la comunidad para acelerar el crecimiento espiritual, llevando al creyente de la niñez a la adultez en la fe.

Cuadro paralelo: Jacob y Marcos

Etapa

Jacob

Marcos

Significado espiritual

Huida inicial

Escapa de Esaú tras engañarlo.

Huye desnudo en Getsemaní.

Inmadurez, miedo, dependencia.

Segunda huida

Escapa de Labán tras conflictos.

Abandona la misión con Pablo y Bernabé.

Falta de perseverancia, necesidad de discipulado.

División / conflicto

Enfrenta a Esaú en tensión.

Discusión entre Pablo y Bernabé por él.

La comunidad se divide, pero Dios lo usa para formar carácter.

Reconciliación

Encuentro con Esaú, transformación en Israel.

Pablo lo reconoce como “útil para el ministerio”.

Madurez, utilidad, praxis adulta.

El taller del alfarero

En un pueblo había un alfarero famoso por la belleza de sus vasijas. Un día, un aprendiz quiso imitarlo. Tomó barro y comenzó a darle forma, pero pronto se desesperó: el barro se resistía, se quebraba, se deformaba. —¡Este barro no sirve! —gritó el aprendiz.

El maestro sonrió y respondió: —El barro necesita conflicto. La presión de mis manos, el fuego del horno, la resistencia de la rueda. Sin eso, nunca será una vasija útil.

El aprendiz observó cómo el maestro apretaba, giraba y corregía el barro una y otra vez. Cada grieta era una oportunidad para rehacer la forma. Cada resistencia era parte del proceso. Finalmente, del barro quebradizo surgió una vasija firme y hermosa.

Aplicación espiritual

El conflicto en la comunidad y en la vida del creyente es como la presión del alfarero: incómodo, pero necesario.

Sin conflicto, no hay crecimiento. El discipulado se forja en la tensión, en la corrección, en las diferencias que nos obligan a madurar.

Así como Jacob y Marcos crecieron en medio de divisiones, el creyente aprende a pasar de la niñez a la madurez enfrentando y resolviendo conflictos.

El horno del conflicto no destruye, sino que fortalece, si se vive en el marco del discipulado y la fe.

Durante tres años y medio, los discípulos vivieron en tensión constante: rivalidades, dudas, exclusivismos, incomprensión de la cruz, traiciones y abandonos. Cada conflicto fue un espejo de su niñez espiritual. Jesús no los rechazó por ello; al contrario, los usó como parte del proceso de formación.

El discipulado no fue un camino de paz perfecta, sino de conflictos que revelaban su inmadurez y que, tras la cruz y la resurrección, se transformarían en madurez y misión.

La fe no nace adulta. Como un niño que necesita leche, cuidado y manos que lo sostengan, el creyente comienza su camino en fragilidad y dependencia. La niñez espiritual no es un defecto, sino una etapa necesaria: es el tiempo de aprender a balbucear la Palabra, de dar los primeros pasos en la oración, de imitar a otros en la obediencia.

Pero el crecimiento nunca ocurre en calma absoluta. El conflicto acompaña cada jornada: dudas internas, rivalidades en la comunidad, crisis que nos obligan a elegir entre huir o madurar. Así fue con Jacob, que entre huida y reconciliación se convirtió en Israel. Así fue con Marcos, que pasó de huir desnudo en Getsemaní a ser útil para Pablo y autor de un Evangelio. Así fue con los discípulos, que durante tres años y medio discutieron, se equivocaron, negaron y huyeron, hasta que la cruz y la resurrección los transformaron en testigos valientes.

El conflicto es el horno del alfarero: incómodo, ardiente, pero necesario para que el barro se convierta en vasija firme. Sin presión, no hay forma; sin fuego, no hay resistencia; sin conflicto, no hay madurez.

La niñez espiritual se supera cuando el creyente acepta que la leche es solo el inicio, que la vianda espera más adelante, y que el discipulado es el puente que lo lleva de la dependencia a la praxis adulta.

Querido lector: no temas tus fragilidades, ni huyas de los conflictos que te rodean. Cada duda, cada división, cada crisis puede ser usada por Dios como parte de tu formación. La niñez espiritual es el comienzo de un viaje, y el conflicto es el terreno donde se forja tu carácter.

La meta no es permanecer niño, sino crecer hasta ser útil, hasta que tu vida se convierta en testimonio y tu praxis en alimento para otros. Porque en el discipulado, la fragilidad se transforma en fuerza, la huida en fidelidad, y la niñez en madurez.

NIÑOS EN EL MINISTERIO

¿Qué hace que las personas en realidad, cuando crecen y se desarrollan, se vuelvan maduras y otras sostengan aún comportamientos infantiles? Esto sigue sin estar claro hasta el día de hoy. En los años 80 cuando estábamos fundando la Iglesia española en Fuengirola, en un culto de oración vino una joven de unos 18 años y me pidió que resucitara a su padre… yo le pregunté ¿Y cuando murió? Ella me respondió “Hace 17 años” no pude reírme porque su petición era muy sincera, pero muy infantil espiritualmente hablando.

Dayerlin Sosa López es socióloga y psicoterapeuta Gestalt, leí un artículo suyo (sobre el origen del infantilismo) que les resumo... algunas teorías dicen que la sobreprotección de los padres, el vivir sin trabajar, el tener acceso a comodidades, lujo etc. sin trabajar duro, sin embargo, una tesis universal que explica la aparición del problema simplemente no existe.

El enanismo físico es una insuficiencia de la hormona de crecimiento. Pero un hombre infantil es aquel que, a pesar de cruzar el umbral, ya sea legal o biológico, en la edad adulta, todavía se comporta como un niño. El infantilismo en este enfoque se manifiesta en el hecho de que un adulto no puede tomar decisiones independientes: como un niño pequeño con desafíos más difíciles, trata de confiar en los miembros de su familia o amigos para relegarle sus responsabilidades.

El hombre infantil no controla completamente su comportamiento: así como una persona madura podrá mantener la atención ante una persona que necesita ayuda, el hombre infantil no podrá prestar atención (puede que ni siquiera se acerque a la persona).

El infantilismo también puede manifestarse de estas formas:

·         Transferir la responsabilidad de sus acciones a otros.

·         Dificultades para controlar sus emociones (por ejemplo, un hombre infantil durante un ataque de ira puede destruir los objetos que lo rodean, independientemente de las consecuencias de sus acciones).

·         La necesidad de ser constantemente el centro de atención.

·         Dificultades para aprender de los errores (una persona infantil puede repetir constantemente el comportamiento anormal, sin obtener absolutamente ningún aprendizaje de sus fracasos anteriores).

¿Por qué los inmaduros buscan el ministerio?

  1. Necesidad de protagonismo
    • El ministerio ofrece visibilidad y reconocimiento.
    • Para una persona infantil, ser visto y escuchado satisface la necesidad de ser el centro de atención.
    • En lugar de servir, buscan ser admirados.
  2. Refugio de inseguridades
    • El ministerio puede convertirse en un escenario donde esconden su falta de madurez.
    • Al ocupar un cargo, creen que su fragilidad quedará cubierta por la autoridad del título.
    • Pero en realidad, la inmadurez se expone aún más en la práctica.
  3. Transferencia de responsabilidades
    • El hombre infantil tiende a delegar sus responsabilidades en otros.
    • En el ministerio, esto se traduce en cargar a la comunidad con sus errores, justificándose con frases como “Dios me entiende” o “la iglesia debe apoyarme”.
  4. Confusión entre llamado y deseo personal
    • El inmaduro confunde el verdadero llamado de Dios con su propio deseo de reconocimiento.
    • Cree que tener un ministerio es señal de madurez, cuando en realidad es una prueba que revela su nivel de crecimiento.
  5. Atracción por el poder simbólico
    • El ministerio otorga cierta autoridad espiritual.
    • El inmaduro lo busca como sustituto de la autoridad que no ha logrado en su vida personal.
    • En vez de ejercer servicio, lo convierte en un escenario de control.

“El niño en el ministerio no busca servir, busca ser visto. No busca cargar la cruz, sino cargar un título. El púlpito se convierte en su juguete, la comunidad en su escenario, y el ministerio en su refugio para esconder la falta de madurez. Pero tarde o temprano, la inmadurez se revela: en la ira, en la rivalidad, en la incapacidad de aprender de los errores.”

Recurso visual sugerido

Un cuadro que contraste ministerio verdadero vs. ministerio infantil:

Ministerio verdadero

Ministerio infantil

Servicio humilde

Búsqueda de protagonismo

Asume responsabilidades

Transfiere culpas

Aprende de errores

Repite fallos sin corrección

Discernimiento y praxis

Emociones descontroladas

Autoridad espiritual

Poder simbólico para cubrir inseguridad

Cuento: El púlpito como juguete

En una pequeña iglesia, un joven adulto insistía en predicar cada domingo. Tenía buena voz, sabía citar versículos y le gustaba que todos lo miraran. Cuando subía al púlpito, se sentía grande, importante, como si el mundo entero girara alrededor de él.

Pero en su vida diaria, evitaba responsabilidades: no ayudaba a los necesitados, no soportaba la corrección, y cuando alguien le señalaba un error, se ofendía y se alejaba. El púlpito era su refugio, un lugar donde podía esconder su inseguridad bajo la apariencia de autoridad.

Los ancianos de la iglesia comenzaron a notar que su ministerio era como un juego infantil: buscaba aplausos, no servicio; buscaba protagonismo, no entrega. Era como un niño que se pone un traje demasiado grande: por fuera parece adulto, pero por dentro sigue siendo inmaduro.

Un día, un hermano mayor lo confrontó: —El ministerio no es un escenario para ser visto, es una cruz para ser cargada. Si quieres servir, primero aprende a ser discípulo.

El joven se sintió herido, pero esas palabras fueron el inicio de su proceso. Comprendió que la madurez no se mide por ocupar un púlpito, sino por cargar responsabilidades, aprender de los errores y servir en silencio.

·  El niño en el ministerio busca títulos y visibilidad, pero no soporta la carga real del discipulado.

·  La inmadurez se revela en la necesidad de ser el centro de atención, en la incapacidad de asumir responsabilidades y en la repetición de errores sin aprendizaje.

·  El verdadero ministerio es fruto de la madurez espiritual: servicio humilde, responsabilidad asumida, discernimiento y praxis.

Exégesis bíblica

1. Mateo 20:26-28 – El verdadero liderazgo es servicio

“…el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero será vuestro esclavo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

  • Contexto: Los discípulos discutían por quién ocuparía los primeros lugares en el Reino.
  • Exégesis: Jesús redefine la grandeza: no es protagonismo ni poder simbólico, sino servicio humilde.
  • Aplicación: El ministerio infantil busca títulos y reconocimiento; el ministerio maduro carga la cruz del servicio.

2. 1 Timoteo 3:1-7 – Requisitos de los líderes

“…es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, sino amable, apacible, no avaro…”

  • Contexto: Pablo establece criterios para quienes desean liderar en la iglesia.
  • Exégesis: La madurez se mide en carácter, no en apariencia. La lista incluye dominio propio, responsabilidad, capacidad de enseñar y buen testimonio.
  • Aplicación: El ministerio infantil se revela en la falta de autocontrol, en la búsqueda de protagonismo y en la incapacidad de aprender de los errores. El ministerio verdadero exige madurez probada.

3. 1 Corintios 13:11 – Dejar lo infantil

“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, dejé lo que era de niño.”

  • Contexto: Pablo habla del amor como camino superior.
  • Exégesis: La madurez espiritual implica dejar atrás actitudes infantiles.
  • Aplicación: El ministerio no puede ser un refugio para la inmadurez; debe ser un espacio de praxis adulta.

Síntesis para el capítulo

  • El ministerio infantil busca protagonismo, poder simbólico y reconocimiento.
  • La Biblia exige madurez: servicio humilde (Mateo 20), carácter probado (1 Timoteo 3), y abandono de lo infantil (1 Corintios 13).
  • El discipulado es el proceso que transforma al “niño en el ministerio” en un siervo útil, capaz de cargar la cruz y dejar legado.

El ministerio no es un juguete para entretener la vanidad, ni un escenario para alimentar la necesidad de ser visto. El ministerio es una cruz, y solo los adultos en la fe pueden cargarla.

Los niños en el ministerio buscan títulos, protagonismo y aplausos. Se ofenden con facilidad, repiten errores sin aprender, transfieren sus responsabilidades a otros. Son como actores que se disfrazan de adultos, pero cuya voz y gestos revelan la fragilidad de la niñez.

La Escritura, sin embargo, nos confronta:

·         “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor” (Mateo 20:26).

·         “Es necesario que el obispo sea sobrio, prudente, apto para enseñar” (1 Timoteo 3:2).

·         “Cuando llegué a ser hombre, dejé lo que era de niño” (1 Corintios 13:11).

El discipulado es el proceso que transforma al niño en siervo, al inmaduro en útil, al frágil en testigo. El conflicto, la corrección y la cruz son los hornos donde se forja el carácter.

  • Ejemplo: alguien que canta, predica o sirve, pero lo hace esperando aprobación y no por amor.

Aquí la fe se vive como competitividad superficial, donde lo importante es destacar ante los demás.

El maduro espiritual: busca el premio de Dios

  • Premio divino → la corona incorruptible: la comunión con Cristo, la vida eterna, la plenitud del amor.
  • El maduro espiritual corre con disciplina, no para ser visto, sino para agradar a Dios.
  • Ejemplo: alguien que sirve en silencio, sin buscar reconocimiento, sabiendo que su recompensa está en el Señor.

Aquí la fe se vive como competencia interior, donde lo importante es perseverar en el amor y la fidelidad.

Conclusión

  • Niño espiritual → corre por premios humanos, que son pasajeros.
  • Adulto espiritual → corre por el premio de Dios, que es eterno.

Pablo nos invita a dejar atrás la visión infantil de la fe (premios visibles) y caminar hacia la madurez (premio incorruptible).

 

 

Filipenses 2:3-4 "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros."

Este texto corrige la competitividad egoísta, invitando a la humildad y a considerar el bien de los demás.

Lucas 22:24-26 "Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas... mas no así vosotros; antes el mayor entre vosotros sea como el más joven, y el que dirige, como el que sirve."

Jesús confronta la competitividad entre sus discípulos, enseñando que la verdadera grandeza está en el servicio.

Conclusión

La Biblia no condena el esfuerzo ni la excelencia, pero sí la competitividad superficial y egoísta. El creyente está llamado a “correr la carrera” con disciplina, pero no para superar a otros, sino para alcanzar la plenitud en Cristo y servir en amor.

Esto conecta muy bien con tu línea de estudio sobre la infantilidad espiritual: la competitividad superficial es un rasgo infantil que debe dejarse atrás para abrazar la madurez del amor.

 

Diferencia entre niñez espiritual y infantilidad espiritual

Aspecto

Niñez espiritual (positiva)

Infantilidad espiritual (negativa)

Confianza

 

Ingenuidad que no busca profundizar

Sencillez

Humildad y apertura

Superficialidad y falta de compromiso

Dependencia

Reconocer que todo viene de Dios

Pasividad que evita la responsabilidad

Asombro

Capacidad de maravillarse ante lo divino

Inmadurez que se distrae con lo inmediato

 

Ejemplos prácticos de infantilidad espiritual

  • Pensar que la fe es solo cumplir ritos sin transformación interior.
  • Buscar dones espirituales como trofeos, en vez de como servicio.
  • Reaccionar con celos o envidia dentro de la comunidad.
  • Vivir la fe como algo “mágico” que evita problemas, en vez de como camino de madurez y entrega.
  • No asumir responsabilidad en la misión, esperando que otros hagan todo.

Conclusión

La infantilidad espiritual es quedarse en una etapa de egoísmo, superficialidad y visión parcial de la realidad. Pablo nos invita a crecer hacia la madurez del amor, que es el verdadero signo de una fe adulta.

El niño sí tiene amor, pero es un amor inmaduro, parcial y centrado en sí mismo, muy distinto del amor maduro que Pablo describe en 1 Corintios 13.

El amor en el niño (natural y espiritual)

  • Niño Natural: el niño ama, pero lo hace desde la necesidad. Ama porque recibe cuidado, atención, seguridad. Su amor es real, pero todavía dependiente y posesivo.
  • Niño Espiritual: el creyente inmaduro ama, pero lo hace desde lo que conveniencia. Ama mientras se siente acompañado, mientras recibe bendiciones o reconocimiento. Es un amor verdadero, pero condicionado y frágil.

En ambos casos, el amor existe, pero aún no ha aprendido a darse plenamente.

El amor maduro

  • Natural: el adulto aprende a amar no solo por lo que recibe, sino por lo que entrega. El amor se convierte en cuidado, responsabilidad, sacrificio.
  • Espiritual: el creyente maduro ama como Cristo: un amor que se entrega, que busca el bien del otro, que permanece incluso en la prueba. Es un amor que no depende de recompensas humanas, sino de la fidelidad a Dios.

Ejemplo bíblico

  • Niñez espiritual: los discípulos discutiendo quién sería el mayor (Lucas 22:24). Amaban a Jesús, pero su amor estaba teñido de ambición.
  • Madurez espiritual: Pedro después de la resurrección (Juan 21:15-17), cuando Jesús le pregunta “¿Me amas?” y lo envía a cuidar a las ovejas. Su amor ya no es posesivo, sino pastoral y entregado.

Conclusión

No se trata de negar el amor del niño, sino de reconocer que es amor inmaduro: real, pero limitado. La diferencia está en que el amor maduro se descentra del yo y se centra en el otro, reflejando la plenitud del amor de Dios.

Amor de niño vs. Amor maduro

Aspecto

Amor de niño (inmaduro)

Amor maduro (espiritual)

Motivación

Ama porque recibe cuidado, atención o recompensa.

Ama porque se entrega, sin esperar nada a cambio.

Dependencia

Necesita constantemente aprobación y seguridad.

Se sostiene en la fidelidad a Dios, incluso en la prueba.

Perspectiva

Centrado en sí mismo: “me quieren, me atienden”.

Centrado en el otro: “quiero servir, quiero cuidar”.

Duración

Condicionado: ama mientras se siente bien o recibe algo.

Permanente: ama incluso en la dificultad o el silencio.

Expresión

Posesivo, busca exclusividad.

Libre, busca el bien común y la comunión.

Ejemplo bíblico

Discípulos discutiendo quién sería el mayor (Lucas 22:24).

Jesús lavando los pies de sus discípulos (Juan 13:1-15).

Conclusión

El niño sí tiene amor, pero es un amor inmaduro, dependiente y posesivo. El creyente maduro aprende a amar como Cristo: un amor que se entrega, que permanece y que busca el bien del otro.


 

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