“De la infantilidad espiritual a la madurez”
“De la infantilidad espiritual a la madurez”
La vida cristiana comienza con un amor verdadero pero
inmaduro, semejante al de un niño que necesita cuidado constante y busca
atención para sentirse seguro. Ese amor existe, pero se expresa de manera
posesiva, dependiente y frágil, limitado por la visión parcial y el
egocentrismo. Sin embargo, el llamado de Dios no es permanecer en esa etapa,
sino crecer hacia la plenitud: un amor maduro que se entrega, que busca el bien
del otro y que permanece incluso en la prueba. La infantilidad espiritual
revela la necesidad de leche, mientras que la madurez en el amor nos conduce a
la vianda sólida; es el paso de un afecto centrado en el yo a una comunión que
refleja la fidelidad y la entrega de Cristo.
En el texto anterior, Pablo nos insta a dejar lo que era de niño, su
petición esta en el capitulo del amor, por tanto el no se refiere a dejar
actitudes morales como la inocencia, la confianza, la sencillez o la
capacidad de asombro propias de los niños. Jesús mismo dijo: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de
los cielos” (Mateo 18:3).
La diferencia es clara:
·
Niñez como símbolo de fe confiada
→ se conserva.
·
Niñez como símbolo de inmadurez
→ se supera.
Pablo invita a un paso de crecimiento:
dejar atrás la inmadurez espiritual y abrazar la plenitud del amor como
criterio de vida. Lo “de niño” son las actitudes
egocéntricas, superficiales y limitadas; lo “de adulto en Cristo” es
vivir con responsabilidad, profundidad y entrega.
Infantilidad espiritual es: Permanecer en una etapa inicial, sin crecer
hacia la plenitud del amor y la responsabilidad en Cristo.
Se caracteriza por:
1-Visión parcial: ver solo fragmentos de la verdad, sin integrar la
totalidad del Evangelio.
Ejemplo práctico
-Visión parcial de niño: “Si oro
mucho, Dios me dará lo que quiero”.
Visión madura: “La oración me une a Dios, me
transforma, y me abre a su voluntad”.
·
Egocentrismo: buscar lo propio,
como un niño que reclama atención sin pensar en los demás.
Impulsividad emocional: dejarse
llevar por sentimientos pasajeros sin discernimiento.
El espejo roto
Había una vez un niño que encontró
en el desván de su casa un espejo roto en pedazos. Fascinado, tomó uno de los
fragmentos y lo miraba cada día. En ese trozo veía su ojo, su sonrisa, o la luz
de la ventana reflejada. Para él, ese pedazo era todo el espejo, toda la
realidad.
Un día su padre lo llevó al mismo
desván y le mostró el espejo completo que había estado guardado. El niño se
sorprendió: descubrió que lo que veía en su fragmento era solo una parte, y que
el espejo entero mostraba su rostro completo, con matices que nunca había
imaginado.
El padre le dijo: —“Así es la vida
y la fe. Cuando somos niños, vemos solo un pedazo de la realidad. Nos fijamos
en lo inmediato, en lo que brilla. Pero cuando crecemos, aprendemos a mirar el
espejo entero, y comprendemos que todo se une en un sentido más grande: el
amor.”
Moraleja
La visión parcial del niño es natural: se
fija en lo inmediato, en lo fragmentario. Pero la madurez espiritual consiste
en integrar los fragmentos en un todo, descubrir que lo esencial no está
en la parte que brilla, sino en la plenitud que revela el amor de Dios.
Imagina a Marcos, un creyente muy activo
en su comunidad.
- Dios le
ha dado el don de la palabra y la capacidad de orar con fuerza.
- La gente
lo admira porque cuando él ora, muchos se sienten conmovidos.
Sin embargo, Marcos empieza a pensar que su
don es lo más importante.
- Se
compara con otros que no tienen la misma facilidad.
- Se
entristece si no lo llaman a participar en las reuniones.
- Cree que
su valor como creyente depende de que se note su don.
En esa visión parcial, Marcos confunde el
medio con el fin:
- El don es
un regalo para servir, pero él lo interpreta como un signo de
superioridad.
- Se fija
en lo visible y lo inmediato, sin comprender que lo esencial es el amor
que edifica a la comunidad.
Aplicación
bíblica
Esto refleja lo que Pablo corrige en 1 Corintios
12–13:
- Los dones
son valiosos, pero no son la medida de la
madurez espiritual.
- La visión
parcial lleva a pensar que “tener dones” equivale a “ser espiritual”.
- La visión
plena descubre que el amor es lo que da
sentido a los dones: sin amor, los dones se vacían.
Conclusión
Un creyente con visión parcial se queda en la superficie de los dones, como un niño que se
fascina con un juguete sin entender su propósito. La madurez espiritual
consiste en ver que los dones son instrumentos
de servicio, y que lo que realmente permanece es el amor.
2-Egocentrismo:
buscar lo propio, como un niño que reclama atención sin pensar en los demás.
Ejemplo de la
niñez natural
Un niño está en su cumpleaños y recibe muchos
regalos.
- En lugar
de alegrarse por la fiesta compartida, se enfada porque otro niño toca uno
de sus juguetes.
- Reclama
atención: quiere que todos lo miren, que nadie juegue con lo suyo, que
todo gire en torno a él.
- No piensa
en los demás invitados ni en la alegría común, solo en su propio deseo.
Aquí el
egocentrismo se muestra como “todo es mío, todo para mí”, sin conciencia
de comunidad.
Ejemplo del
infantilismo espiritual
En una comunidad, un creyente recibe un don
espiritual, por ejemplo, el de cantar en el coro.
- En lugar
de usarlo para servir y edificar, se molesta si no le dan siempre el
primer lugar.
- Reclama
atención: quiere que lo reconozcan, que lo aplaudan, que se note su
participación.
- No piensa
en la edificación de la comunidad ni en la gloria de Dios, sino en su
propio protagonismo.
Aquí el egocentrismo se muestra como “mi don,
mi lugar, mi reconocimiento”, olvidando que los dones son para el bien
común y que el amor es lo esencial.
Conclusión
- Niñez
natural → el niño reclama atención y posesión
exclusiva.
- Infantilismo
espiritual → el creyente reclama protagonismo y
reconocimiento en la comunidad. En ambos casos, el centro está en el yo
y no en el nosotros. La madurez espiritual consiste en desplazar el
eje hacia el amor y el servicio.
3-Dependencia pasiva: esperar que otros
resuelvan la vida espiritual sin asumir compromiso personal.
El niño que no quería caminar
Había un niño
que siempre pedía a su madre que lo llevara en brazos. Aunque ya tenía edad
para caminar, él prefería que lo cargaran: así no se cansaba, no se ensuciaba,
y todo lo recibía sin esfuerzo.
Un día, la
madre lo dejó en el suelo y le dijo: —“Hijo, si no aprendes a caminar, nunca
descubrirás el mundo que te espera. Mis brazos te sostienen, pero tus pasos te
llevarán más lejos.”
El niño, al
principio, lloró y se resistió. Pero poco a poco dio sus primeros pasos.
Descubrió que podía avanzar por sí mismo, que el cansancio se transformaba en
alegría, y que la libertad de caminar era mucho más grande que la comodidad de
ser cargado.
La dependencia pasiva es natural en la infancia, pero se convierte en un
obstáculo si se prolonga en la vida espiritual. Dios nos invita a dar nuestros propios pasos de fe, porque solo así descubrimos la plenitud del amor
y la misión que nos espera.
4-Competitividad superficial: valorar más los dones visibles o el
reconocimiento que la profundidad del amor.
Niño natural
En la infancia, la competitividad superficial aparece cuando el niño quiere
ganar o destacar solo por ser visto, sin comprender el verdadero valor
del esfuerzo o la cooperación.
·
Ejemplo: dos niños corren en el patio, y uno se
detiene a empujar al otro para llegar primero. No le importa el juego ni la
amistad, solo “ser el ganador”.
·
El problema no es competir, sino hacerlo desde
la superficialidad del reconocimiento
externo.
Niño espiritual
En la vida de fe, la competitividad superficial se da cuando un creyente
busca destacar por sus dones o ministerios,
más que por el amor y el servicio.
·
Ejemplo: alguien se alegra más de “ser visto”
predicando o cantando que de edificar a la comunidad.
·
Se mide por aplausos, por elogios, por quién
tiene más seguidores, en vez de por la profundidad del amor que transmite.
El concurso de las linternas
En un pueblo se organizó un concurso: cada
niño debía traer su linterna para iluminar la plaza. Uno trajo una linterna
enorme, adornada con colores brillantes. Otro, una pequeña y sencilla, pero con
la luz bien cuidada.
La gente se reunió y aplaudió la linterna más
grande, porque era vistosa. Sin embargo, cuando llegó la noche, la linterna
adornada apenas alumbraba, mientras que la pequeña iluminaba con fuerza y
permitió que todos caminaran seguros.
El maestro del pueblo dijo: —“No gana quien
tiene la linterna más bonita, sino quien da más luz. Así también en la vida: no
importa quién brilla por fuera, sino quién ilumina con amor.”
Moraleja
- Niño
natural → busca
ganar por apariencia, por aplausos.
- Niño espiritual → busca
destacar por dones visibles, sin comprender que lo esencial es el amor.
- Madurez espiritual → entiende
que los dones son para servir, y que la verdadera luz es la que edifica a
los demás.
Textos bíblicos sobre la competitividad
1 Corintios 9:24-25 "¿No sabéis que los que corren en el estadio,
todos a la verdad corren, pero uno solo recibe el premio? Corred de tal manera
que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la
verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una
incorruptible."
-Aquí Pablo usa la imagen
de la competencia atlética para enseñar disciplina y esfuerzo, pero orientados
hacia un premio eterno, no hacia la vanagloria humana.
El niño espiritual: busca el
premio de los hombres
- Premio
humano → reconocimiento, aplausos, elogios,
protagonismo.
El niño espiritual corre para ser visto, para
recibir la “corona corruptible” que se desgasta: prestigio, poder, éxito. De la leche espiritual a la vianda: el crecimiento del creyente
1. La niñez
espiritual en la Biblia
1 Corintios 3:1-2: De manera
que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales (sarkikoi), como a niños (nēpioi) en Cristo.
2 Os di a beber leche (gala), y no vianda (sterea trophē); porque aún no erais
capaces, ni sois capaces todavía,
Pablo
dice que no pudo hablarles como a adultos (espirituales) en la fe, sino como a
niños, dándoles leche y no alimento sólido.
(sarkikoi) = “carnales”. Señala que la
inmadurez espiritual se refleja en actitudes dominadas por la carne.
(nēpioi) = “niños pequeños, infantes”.
Describe a creyentes inmaduros, dependientes, incapaces de comprender lo
profundo.
(gala) = “leche”. Imagen de alimento básico, fácil de
digerir, necesario en la primera etapa.
Reitera la imagen de enseñanza básica.
(sterea trophē) = “alimento sólido, vianda”.
Contrasta con la leche: alimento que requiere madurez para asimilarlo.
Hebreos 5:12-14: Porque
debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se
os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios;
y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche (gala), y no de alimento sólido.
13 Y todo aquel que participa
de la leche es inexperto en la palabra de justicia (logos dikaiosynēs), porque es niño (nēpioi);
14 pero el alimento sólido (sterea trophē) es para los que han alcanzado madurez (teleiōn), para los que por el uso
tienen los sentidos ejercitados (gymnasmena) en el discernimiento del bien y del mal.
Este es un texto paralelo al anterior nos describe que es un
cristiano carnal (sarkikoi)
con otros términos es
inexperto en la palabra de justicia (logos dikaiosynēs), porque es niño (nēpioi)... si eres niño eres
inexperto, alguien ignorante y poco entrenado.
(logos dikaiosynēs) = “palabra de justicia”. El
contenido profundo de la enseñanza cristiana, que requiere madurez para
comprender, la palabra de justicia es el alimento sólido, el entrenamiento de
los adultos y la materia que te hace un experto.
(teleiōn) = “maduros, completos”.
(gymnasmena) = “ejercitados, entrenados”.
Imagen atlética: la madurez espiritual requiere práctica constante, como un
entrenamiento, de ahí viene nuestra palabra para gimnasia.
El autor
de hebreos (seguramente Pablo pues usa los mismos términos y argumentos)
lamenta que los creyentes aún necesiten leche, cuando deberían ser maestros; el
alimento sólido es para los que han alcanzado madurez.
El creyente no nace adulto en la fe: necesita un
proceso de crecimiento.
El pastor y el padre
Un pastor observaba cómo, en la madrugada, una
cabra daba a luz en el corral. Apenas unos minutos después, el cabrito
tambaleante ya intentaba ponerse de pie. Con torpeza, pero con decisión,
comenzó a caminar detrás de su madre. El pastor sonrió: sabía que en la
naturaleza, la vida exige moverse rápido. Las crías deben seguir al rebaño o
perecer.
Ese mismo día, el pastor visitó a su hermano, que
acababa de tener un hijo. Al entrar en la casa, vio al bebé en brazos de su
madre: frágil, indefenso, incapaz de sostenerse por sí mismo. Necesitaba leche,
calor, protección constante. El padre lo miraba con ternura y dijo: —Este
pequeño no puede andar ni hablar. Dependerá de nosotros durante años, pero
crecerá poco a poco hasta convertirse en adulto.
El pastor comprendió entonces la diferencia: los
animales nacen con autonomía inmediata, pero los seres humanos nacen en total
invalidez. Sin embargo, esa dependencia inicial abre la puerta a un desarrollo
más profundo: lenguaje, pensamiento, cultura, fe.
Así es también la vida del creyente. Algunos piensan que al “nacer de nuevo”
ya pueden correr solos, como los cabritos que se levantan al instante. Pero la
realidad es distinta: el creyente recién nacido en la fe es como un niño
humano, frágil y dependiente. Necesita leche espiritual, cuidado, discipulado,
paciencia.
La niñez espiritual no es un defecto, sino una etapa necesaria. El
discipulado es la crianza que lo llevará de la leche a la vianda, de la
dependencia inicial a la praxis (conducta) madura.
2. Comparación
con el crecimiento físico y psicológico
- Infancia
física: el bebé necesita leche, cuidado constante,
protección.
- Infancia
psicológica: el niño busca seguridad, depende de otros,
aprende por imitación.
- Infancia
espiritual: el creyente recién nacido en la fe
necesita enseñanza básica, acompañamiento y disciplina.
Así como nadie espera que un bebé corra el primer
día, tampoco se puede exigir madurez inmediata al nuevo creyente.
3. La
importancia del discipulado
- El
discipulado es el “proceso de crianza espiritual”.
- Sin acompañamiento,
el creyente se queda en la niñez, repitiendo fórmulas sin comprender.
- Con
discipulado, aprende a pasar de la leche (doctrinas básicas) a la vianda
(praxis madura).
El niño y la bicicleta
Un padre regaló a su hijo una bicicleta. El niño
se subió de inmediato, pero cayó una y otra vez. Se frustró y dijo: —Papá, la
bicicleta no funciona. El padre respondió: —La bicicleta funciona, pero tú
necesitas aprender a usarla. Primero con ruedas de apoyo, luego con mi ayuda, y
después solo.
Aplicación: La fe es como la bicicleta. El
evangelio funciona, pero el creyente necesita crecer, practicar y ser
acompañado. La niñez espiritual no es un defecto, es una etapa necesaria. El
discipulado es el proceso que quita las ruedas de apoyo y enseña a pedalear
solo.
- La niñez
espiritual es real y necesaria, pero no puede ser eterna.
- El
discipulado es el puente hacia la madurez.
- La
teología para adultos exige pasar de la leche a la vianda, de la
dependencia a la praxis responsable.
Relato:
Marcos, de la huida al servicio
Era de noche en el huerto de Getsemaní. Los
soldados habían llegado para arrestar a Jesús. Entre la confusión, un joven que
había seguido a los discípulos observaba con miedo. Cuando intentaron
detenerlo, huyó dejando atrás su ropa, escapando desnudo en la oscuridad. Ese
joven era Juan Marcos, aún inmaduro, incapaz de enfrentar el peligro. Su
fe estaba en pañales, como un niño que necesita leche espiritual.
Los padres de la Iglesia cuentan que su madre,
María, era una de las mujeres que seguían a Cristo y que su casa junto al
huerto de Getsemaní era lugar de reunión para los primeros creyentes. Allí se
celebraban oraciones y encuentros, y allí Marcos escuchaba las enseñanzas,
creciendo poco a poco en la fe.
Años después, Bernabé, su tío, lo llevó consigo
en un viaje misionero junto a Pablo. Pero Marcos, todavía inseguro, abandonó la
misión en medio del camino. Pablo se sintió traicionado: —No podemos confiar en
alguien que nos deja cuando más lo necesitamos —dijo con firmeza. Bernabé, en
cambio, defendió al joven: —Es un niño en la fe. Necesita paciencia y
discipulado. No lo descartemos, démosle otra oportunidad.
La discusión fue tan intensa que Pablo y Bernabé
se separaron. Pablo siguió su camino con Silas, mientras Bernabé tomó a Marcos
y lo acompañó en su proceso de crecimiento. Fue un discipulado real: paciencia,
corrección, acompañamiento.
Con el tiempo, Marcos maduró. Aprendió a servir,
a perseverar, a ser fiel. Tanto creció que Pablo, en sus cartas desde la
prisión, lo mencionó con afecto: “Toma a Marcos y tráelo contigo, porque me
es útil para el ministerio” (2 Timoteo 4:11).
El joven que había huido desnudo en Getsemaní se
convirtió en un colaborador valioso, incluso en el autor del Evangelio que
lleva su nombre. Su historia es testimonio de que la niñez espiritual no es el
final, sino el inicio de un camino hacia la madurez.
- Marcos
representa al creyente que no nace adulto en la fe: primero huye,
luego abandona, pero finalmente crece.
- La
discusión entre Pablo y Bernabé muestra dos actitudes: la exigencia
inmediata y la paciencia del discipulado.
- El
discipulado transforma la leche en vianda, la fragilidad en utilidad,
la debiidad en fortaleza, la niñez
en madurez.
·
Proceso de crecimiento
espiritual de Juan Marcos
|
Etapa |
Relato bíblico / tradición |
Significado espiritual |
|
Huida |
Joven que
huyó desnudo en Getsemaní (Marcos 14:51-52). |
Niñez
espiritual: miedo, fragilidad, incapacidad de enfrentar la prueba. |
|
Abandono |
Dejó la
misión junto a Pablo y Bernabé en Perge (Hechos 13:13). |
Inmadurez:
falta de perseverancia, dependencia, necesidad de discipulado. |
|
Disputa |
Discusión
entre Pablo y Bernabé sobre darle otra oportunidad (Hechos 15:36-39). |
Proceso de corrección:
la comunidad debate cómo acompañar al inmaduro. |
|
Utilidad |
Pablo lo
reconoce como “útil para el ministerio” (2 Timoteo 4:11). |
Madurez: de
la leche a la vianda, de la fragilidad al servicio fiel. |
|
Legado |
Autor del
Evangelio de Marcos, testimonio de Cristo. |
Fruto de la
praxis: el niño espiritual se convierte en maestro de generaciones. |
La historia de Marcos muestra que la niñez espiritual no es
definitiva: con discipulado y paciencia puede transformarse en
madurez.
La comunidad juega un papel clave: unos exigen resultados inmediatos
(Pablo), otros ofrecen acompañamiento (Bernabé).
El creyente inmaduro puede llegar a ser útil y fecundo
en la obra, incluso dejando un legado escrito como Marcos.
Relato
paralelo: Jacob y Marcos
Jacob, desde joven, vivió en medio de tensiones
familiares. Engañó a su hermano Esaú y tuvo que huir de su casa. Más tarde,
trabajó con su tío Labán, pero también allí surgieron conflictos que lo
obligaron a escapar de nuevo. Finalmente, tuvo que enfrentar a Esaú, el hermano
al que había traicionado. Cada huida y cada división fueron etapas dolorosas,
pero necesarias: Dios usó esas crisis para transformar a Jacob en Israel, el
padre de una nación.
Siglos después, Juan Marcos vivió algo parecido.
Primero huyó desnudo en Getsemaní, incapaz de enfrentar la prueba. Luego
abandonó a Pablo y Bernabé en medio de la misión. Esa división entre los
apóstoles fue dura: Pablo no quería confiar en él, Bernabé insistía en darle
otra oportunidad. Pero esa tensión fue usada por Dios para que Marcos creciera.
Acompañado por Bernabé, maduró hasta convertirse en colaborador útil para Pablo
y en autor del Evangelio que lleva su nombre.
Paralelo
pedagógico
- Jacob: huida →
conflicto → reconciliación → transformación en Israel.
- Marcos: huida →
abandono → división → reconciliación → utilidad en el ministerio.
- En ambos
casos, las divisiones y crisis no fueron el final, sino el camino hacia
la madurez.
- Dios
puede usar incluso las rupturas en la comunidad para acelerar el
crecimiento espiritual, llevando al creyente de la niñez a la adultez en
la fe.
Cuadro
paralelo: Jacob y Marcos
|
Etapa |
Jacob |
Marcos |
Significado espiritual |
|
Huida
inicial |
Escapa de
Esaú tras engañarlo. |
Huye desnudo
en Getsemaní. |
Inmadurez,
miedo, dependencia. |
|
Segunda
huida |
Escapa de
Labán tras conflictos. |
Abandona la
misión con Pablo y Bernabé. |
Falta de perseverancia,
necesidad de discipulado. |
|
División /
conflicto |
Enfrenta a
Esaú en tensión. |
Discusión
entre Pablo y Bernabé por él. |
La comunidad
se divide, pero Dios lo usa para formar carácter. |
|
Reconciliación |
Encuentro
con Esaú, transformación en Israel. |
Pablo lo
reconoce como “útil para el ministerio”. |
Madurez,
utilidad, praxis adulta. |
El taller del
alfarero
En un pueblo había un alfarero famoso por la belleza
de sus vasijas. Un día, un aprendiz quiso imitarlo. Tomó barro y comenzó a
darle forma, pero pronto se desesperó: el barro se resistía, se quebraba, se
deformaba. —¡Este barro no sirve! —gritó el aprendiz.
El maestro sonrió y respondió: —El barro necesita
conflicto. La presión de mis manos, el fuego del horno, la resistencia de la
rueda. Sin eso, nunca será una vasija útil.
El aprendiz observó cómo el maestro apretaba,
giraba y corregía el barro una y otra vez. Cada grieta era una oportunidad para
rehacer la forma. Cada resistencia era parte del proceso. Finalmente, del barro
quebradizo surgió una vasija firme y hermosa.
Aplicación
espiritual
El conflicto en la comunidad y en la vida
del creyente es como la presión del alfarero: incómodo, pero necesario.
Sin conflicto, no hay crecimiento. El discipulado
se forja en la tensión, en la corrección, en las diferencias que nos obligan a
madurar.
Así como Jacob y Marcos crecieron en medio de
divisiones, el creyente aprende a pasar de la niñez a la madurez enfrentando y
resolviendo conflictos.
El horno del conflicto no destruye, sino que
fortalece, si se vive en el marco del discipulado y la fe.
Durante tres años y medio, los discípulos vivieron en tensión constante:
rivalidades, dudas, exclusivismos, incomprensión de la cruz, traiciones y
abandonos. Cada conflicto fue un espejo de su niñez espiritual. Jesús no los
rechazó por ello; al contrario, los usó como parte del proceso de formación.
El discipulado no fue un camino de paz perfecta, sino de conflictos que
revelaban su inmadurez y que, tras la cruz y la resurrección, se transformarían
en madurez y misión.
La fe no nace adulta. Como un niño que necesita leche, cuidado y manos que
lo sostengan, el creyente comienza su camino en fragilidad y dependencia. La
niñez espiritual no es un defecto, sino una etapa necesaria: es el tiempo de
aprender a balbucear la Palabra, de dar los primeros pasos en la oración, de
imitar a otros en la obediencia.
Pero el crecimiento nunca ocurre en calma absoluta. El conflicto acompaña
cada jornada: dudas internas, rivalidades en la comunidad, crisis que nos
obligan a elegir entre huir o madurar. Así fue con Jacob, que entre huida y
reconciliación se convirtió en Israel. Así fue con Marcos, que pasó de huir
desnudo en Getsemaní a ser útil para Pablo y autor de un Evangelio. Así fue con
los discípulos, que durante tres años y medio discutieron, se equivocaron,
negaron y huyeron, hasta que la cruz y la resurrección los transformaron en
testigos valientes.
El conflicto es el horno del alfarero: incómodo, ardiente, pero necesario
para que el barro se convierta en vasija firme. Sin presión, no hay forma; sin
fuego, no hay resistencia; sin conflicto, no hay madurez.
La niñez espiritual se supera cuando el creyente acepta que la leche es solo
el inicio, que la vianda espera más adelante, y que el discipulado es el puente
que lo lleva de la dependencia a la praxis adulta.
Querido lector: no temas tus fragilidades, ni huyas de los conflictos que te
rodean. Cada duda, cada división, cada crisis puede ser usada por Dios como
parte de tu formación. La niñez espiritual es el comienzo de un viaje, y el
conflicto es el terreno donde se forja tu carácter.
La meta no es permanecer niño, sino crecer hasta ser útil, hasta que tu vida
se convierta en testimonio y tu praxis en alimento para otros. Porque en el
discipulado, la fragilidad se transforma en fuerza, la huida en fidelidad, y la
niñez en madurez.
¿Qué hace que las personas en realidad, cuando crecen
y se desarrollan, se vuelvan maduras y otras sostengan aún comportamientos
infantiles? Esto sigue sin estar claro hasta el día de hoy. En los
años 80 cuando estábamos fundando la Iglesia española en Fuengirola, en un
culto de oración vino una joven de unos 18 años y me pidió que resucitara a su
padre… yo le pregunté ¿Y cuando murió? Ella me respondió “Hace 17 años” no pude
reírme porque su petición era muy sincera, pero muy infantil espiritualmente
hablando.
Dayerlin Sosa
López es socióloga y psicoterapeuta Gestalt, leí un artículo suyo (sobre el origen del
infantilismo) que les resumo... algunas teorías dicen que la sobreprotección de
los padres, el vivir sin trabajar, el tener acceso a comodidades, lujo etc. sin
trabajar duro, sin
embargo, una tesis universal que explica la aparición del problema simplemente
no existe.
El enanismo
físico es una insuficiencia de la hormona de crecimiento. Pero un hombre infantil es aquel que, a pesar de cruzar el
umbral, ya sea legal o biológico, en la edad adulta, todavía se comporta como
un niño. El infantilismo en este enfoque se manifiesta en el hecho de que
un adulto no puede tomar decisiones independientes: como un niño pequeño con
desafíos más difíciles, trata de confiar en los miembros de su familia o amigos
para relegarle sus responsabilidades.
El hombre
infantil no controla completamente su comportamiento: así como una persona
madura podrá mantener la atención ante una persona que necesita ayuda, el
hombre infantil no podrá prestar atención (puede que ni siquiera se acerque a
la persona).
El
infantilismo también puede manifestarse de estas formas:
· Transferir
la responsabilidad de sus acciones a otros.
· Dificultades
para controlar sus emociones (por ejemplo, un hombre infantil durante un ataque
de ira puede destruir los objetos que lo rodean, independientemente
de las consecuencias de sus acciones).
· La
necesidad de ser constantemente el centro de atención.
· Dificultades
para aprender de los errores (una persona infantil puede repetir constantemente
el comportamiento anormal, sin obtener absolutamente ningún aprendizaje de sus
fracasos anteriores).
¿Por qué los
inmaduros buscan el ministerio?
- Necesidad
de protagonismo
- El
ministerio ofrece visibilidad y reconocimiento.
- Para una
persona infantil, ser visto y escuchado satisface la necesidad de ser el
centro de atención.
- En lugar
de servir, buscan ser admirados.
- Refugio
de inseguridades
- El
ministerio puede convertirse en un escenario donde esconden su falta de
madurez.
- Al
ocupar un cargo, creen que su fragilidad quedará cubierta por la
autoridad del título.
- Pero en
realidad, la inmadurez se expone aún más en la práctica.
- Transferencia
de responsabilidades
- El
hombre infantil tiende a delegar sus responsabilidades en otros.
- En el
ministerio, esto se traduce en cargar a la comunidad con sus errores,
justificándose con frases como “Dios me entiende” o “la iglesia debe
apoyarme”.
- Confusión
entre llamado y deseo personal
- El
inmaduro confunde el verdadero llamado de Dios con su propio deseo de
reconocimiento.
- Cree que
tener un ministerio es señal de madurez, cuando en realidad es una prueba
que revela su nivel de crecimiento.
- Atracción
por el poder simbólico
- El
ministerio otorga cierta autoridad espiritual.
- El
inmaduro lo busca como sustituto de la autoridad que no ha logrado en su
vida personal.
- En vez
de ejercer servicio, lo convierte en un escenario de control.
“El niño en el ministerio no busca servir, busca ser visto.
No busca cargar la cruz, sino cargar un título. El púlpito se convierte en su
juguete, la comunidad en su escenario, y el ministerio en su refugio para
esconder la falta de madurez. Pero tarde o temprano, la inmadurez se revela: en
la ira, en la rivalidad, en la incapacidad de aprender de los errores.”
Recurso visual
sugerido
Un cuadro que contraste ministerio verdadero
vs. ministerio infantil:
|
Ministerio verdadero |
Ministerio infantil |
|
Servicio
humilde |
Búsqueda de
protagonismo |
|
Asume
responsabilidades |
Transfiere
culpas |
|
Aprende de
errores |
Repite
fallos sin corrección |
|
Discernimiento
y praxis |
Emociones
descontroladas |
|
Autoridad
espiritual |
Poder simbólico
para cubrir inseguridad |
Cuento: El
púlpito como juguete
En una pequeña iglesia, un joven adulto insistía en
predicar cada domingo. Tenía buena voz, sabía citar versículos y le gustaba que
todos lo miraran. Cuando subía al púlpito, se sentía grande, importante, como
si el mundo entero girara alrededor de él.
Pero en su vida diaria, evitaba
responsabilidades: no ayudaba a los necesitados, no soportaba la corrección, y
cuando alguien le señalaba un error, se ofendía y se alejaba. El púlpito era su
refugio, un lugar donde podía esconder su inseguridad bajo la apariencia de
autoridad.
Los ancianos de la iglesia comenzaron a notar que
su ministerio era como un juego infantil: buscaba aplausos, no servicio;
buscaba protagonismo, no entrega. Era como un niño que se pone un traje
demasiado grande: por fuera parece adulto, pero por dentro sigue siendo
inmaduro.
Un día, un hermano mayor lo confrontó: —El
ministerio no es un escenario para ser visto, es una cruz para ser cargada. Si
quieres servir, primero aprende a ser discípulo.
El joven se sintió herido, pero esas palabras
fueron el inicio de su proceso. Comprendió que la madurez no se mide por ocupar
un púlpito, sino por cargar responsabilidades, aprender de los errores y servir
en silencio.
· El niño en el ministerio
busca títulos y visibilidad, pero no soporta la carga real del discipulado.
· La inmadurez se revela en la necesidad de ser
el centro de atención, en la incapacidad de asumir responsabilidades y en la
repetición de errores sin aprendizaje.
· El verdadero ministerio es fruto de la madurez
espiritual: servicio humilde, responsabilidad asumida,
discernimiento y praxis.
Exégesis
bíblica
1. Mateo
20:26-28 – El verdadero liderazgo es servicio
“…el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero será vuestro esclavo; como el
Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida
en rescate por muchos.”
- Contexto: Los
discípulos discutían por quién ocuparía los primeros lugares en el Reino.
- Exégesis: Jesús
redefine la grandeza: no es protagonismo ni poder simbólico, sino servicio
humilde.
- Aplicación: El
ministerio infantil busca títulos y reconocimiento; el ministerio maduro
carga la cruz del servicio.
2. 1 Timoteo
3:1-7 – Requisitos de los líderes
“…es necesario que el obispo sea irreprensible,
marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para
enseñar; no dado al vino, no pendenciero, sino amable, apacible, no avaro…”
- Contexto: Pablo establece
criterios para quienes desean liderar en la iglesia.
- Exégesis: La
madurez se mide en carácter, no en apariencia. La lista incluye dominio
propio, responsabilidad, capacidad de enseñar y buen testimonio.
- Aplicación: El
ministerio infantil se revela en la falta de autocontrol, en la búsqueda
de protagonismo y en la incapacidad de aprender de los errores. El
ministerio verdadero exige madurez probada.
3. 1 Corintios
13:11 – Dejar lo infantil
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, dejé lo que
era de niño.”
- Contexto: Pablo
habla del amor como camino superior.
- Exégesis: La
madurez espiritual implica dejar atrás actitudes infantiles.
- Aplicación: El
ministerio no puede ser un refugio para la inmadurez; debe ser un espacio
de praxis adulta.
Síntesis para
el capítulo
- El
ministerio infantil busca protagonismo, poder simbólico y reconocimiento.
- La Biblia
exige madurez: servicio humilde (Mateo 20), carácter probado (1 Timoteo
3), y abandono de lo infantil (1 Corintios 13).
- El
discipulado es el proceso que transforma al “niño en el ministerio” en un
siervo útil, capaz de cargar la cruz y dejar legado.
El ministerio no es un juguete para entretener la vanidad, ni un escenario
para alimentar la necesidad de ser visto. El ministerio es una cruz, y solo los
adultos en la fe pueden cargarla.
Los niños en el ministerio buscan títulos, protagonismo y aplausos. Se
ofenden con facilidad, repiten errores sin aprender, transfieren sus
responsabilidades a otros. Son como actores que se disfrazan de adultos, pero
cuya voz y gestos revelan la fragilidad de la niñez.
La Escritura, sin embargo, nos confronta:
·
“El que quiera ser grande, sea vuestro
servidor” (Mateo 20:26).
·
“Es necesario que el obispo sea sobrio,
prudente, apto para enseñar” (1 Timoteo 3:2).
·
“Cuando llegué a ser hombre, dejé lo que
era de niño” (1 Corintios 13:11).
El discipulado es el proceso que transforma al niño en siervo, al inmaduro en útil, al frágil en testigo. El conflicto, la corrección y la cruz son los hornos donde se forja el carácter.
- Ejemplo:
alguien que canta, predica o sirve, pero lo hace esperando aprobación y no
por amor.
Aquí la fe se vive como competitividad
superficial, donde lo importante es destacar ante los demás.
El maduro
espiritual: busca el premio de Dios
- Premio
divino → la corona incorruptible: la comunión con
Cristo, la vida eterna, la plenitud del amor.
- El maduro
espiritual corre con disciplina, no para ser visto, sino para agradar a
Dios.
- Ejemplo:
alguien que sirve en silencio, sin buscar reconocimiento, sabiendo que su
recompensa está en el Señor.
Aquí la fe se vive como competencia interior,
donde lo importante es perseverar en el amor y la fidelidad.
Conclusión
- Niño
espiritual → corre por premios humanos, que son
pasajeros.
- Adulto
espiritual → corre por el premio de Dios, que es
eterno.
Pablo nos invita a dejar atrás la visión infantil
de la fe (premios visibles) y caminar hacia la madurez (premio incorruptible).
Filipenses 2:3-4 "Nada hagáis por contienda o por vanagloria;
antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de
los otros."
Este texto corrige la competitividad egoísta, invitando a la humildad y a
considerar el bien de los demás.
Lucas 22:24-26 "Hubo también entre ellos una disputa sobre
quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se
enseñorean de ellas... mas no así vosotros; antes el mayor entre vosotros sea
como el más joven, y el que dirige, como el que sirve."
Jesús confronta la competitividad entre sus discípulos, enseñando que la
verdadera grandeza está en el servicio.
Conclusión
La Biblia no condena el esfuerzo ni la excelencia, pero sí la competitividad
superficial y egoísta. El creyente está llamado a “correr la carrera”
con disciplina, pero no para superar a otros, sino para alcanzar la plenitud en
Cristo y servir en amor.
Esto conecta muy bien con tu línea de estudio sobre la infantilidad
espiritual: la competitividad superficial es un rasgo infantil que
debe dejarse atrás para abrazar la madurez del amor.
Diferencia
entre niñez espiritual y infantilidad espiritual
|
Aspecto |
Niñez espiritual (positiva) |
Infantilidad espiritual (negativa) |
|
Confianza |
|
Ingenuidad
que no busca profundizar |
|
Sencillez |
Humildad y
apertura |
Superficialidad
y falta de compromiso |
|
Dependencia |
Reconocer
que todo viene de Dios |
Pasividad
que evita la responsabilidad |
|
Asombro |
Capacidad de
maravillarse ante lo divino |
Inmadurez
que se distrae con lo inmediato |
Ejemplos
prácticos de infantilidad espiritual
- Pensar
que la fe es solo cumplir ritos sin transformación interior.
- Buscar
dones espirituales como trofeos, en vez de como servicio.
- Reaccionar
con celos o envidia dentro de la comunidad.
- Vivir la
fe como algo “mágico” que evita problemas, en vez de como camino de
madurez y entrega.
- No asumir
responsabilidad en la misión, esperando que otros hagan todo.
Conclusión
La infantilidad espiritual es quedarse en una etapa de egoísmo, superficialidad y visión parcial
de la realidad. Pablo nos invita a crecer
hacia la madurez del amor, que es el verdadero signo de una fe
adulta.
El niño sí tiene amor,
pero es un amor inmaduro,
parcial y centrado en sí mismo, muy distinto del amor
maduro que Pablo describe en 1 Corintios 13.
El amor en el
niño (natural y espiritual)
- Niño Natural: el niño
ama, pero lo hace desde la necesidad. Ama porque recibe cuidado, atención,
seguridad. Su amor es real, pero todavía dependiente y posesivo.
- Niño Espiritual: el
creyente inmaduro ama, pero lo hace desde lo que conveniencia. Ama
mientras se siente acompañado, mientras recibe bendiciones o
reconocimiento. Es un amor verdadero, pero condicionado y frágil.
En ambos casos, el amor existe, pero aún no ha
aprendido a darse plenamente.
El amor maduro
- Natural: el
adulto aprende a amar no solo por lo que recibe, sino por lo que entrega.
El amor se convierte en cuidado, responsabilidad, sacrificio.
- Espiritual: el
creyente maduro ama como Cristo: un amor que se entrega, que busca el bien
del otro, que permanece incluso en la prueba. Es un amor que no depende de
recompensas humanas, sino de la fidelidad a Dios.
Ejemplo
bíblico
- Niñez
espiritual: los discípulos discutiendo quién sería el
mayor (Lucas 22:24). Amaban a
Jesús, pero su amor estaba teñido de ambición.
- Madurez
espiritual: Pedro después de la resurrección (Juan 21:15-17), cuando Jesús le pregunta
“¿Me amas?” y lo envía a cuidar a las ovejas. Su amor ya no es posesivo,
sino pastoral y entregado.
Conclusión
No se trata de negar el amor del niño, sino de
reconocer que es amor inmaduro: real, pero limitado. La diferencia está
en que el amor maduro se descentra del yo y se
centra en el otro, reflejando la
plenitud del amor de Dios.
Amor de niño
vs. Amor maduro
|
Aspecto |
Amor de niño (inmaduro) |
Amor maduro (espiritual) |
|
Motivación |
Ama porque
recibe cuidado, atención o recompensa. |
Ama porque se entrega, sin esperar nada a cambio. |
|
Dependencia |
Necesita
constantemente aprobación y seguridad. |
Se sostiene en la fidelidad a Dios, incluso en la prueba. |
|
Perspectiva |
Centrado en
sí mismo: “me quieren, me atienden”. |
Centrado en el otro: “quiero servir, quiero cuidar”. |
|
Duración |
Condicionado:
ama mientras se siente bien o recibe algo. |
Permanente: ama incluso en la dificultad o el silencio. |
|
Expresión |
Posesivo, busca
exclusividad. |
Libre, busca el bien común y la comunión. |
|
Ejemplo
bíblico |
Discípulos
discutiendo quién sería el mayor (Lucas 22:24). |
Jesús lavando los pies de sus discípulos (Juan 13:1-15). |
Conclusión
El niño sí tiene amor, pero es un amor
inmaduro, dependiente y posesivo. El creyente maduro aprende a amar como
Cristo: un amor que se entrega, que permanece y que busca el bien del otro.
Etiquetas: Amor inmaduro, Amor maduro, Competitividad superficial, Crecimiento del creyente, Dependencia pasiva, Egocentrismo, Infantilidad espiritual, Leche espiritual, Madurez en Cristo, Vianda sólida, Visión parcial


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